Las células madre han sido uno de los descubrimientos más espectaculares de la ciencia biológica. Su obtención y cultivo a partir de tejidos humanos supone sin duda el primer paso hacia terapias médicas inimaginables hasta ahora y capaces de convertirnos, si no en inmortales, en centenarios habituales. Pero el problema aún por resolver no es el de origen de los órganos que quieran ser obtenidos sino cómo explicar los intrincados procesos de desarrollo que llevan desde las células madre indiferenciadas a un determinado tejido, ya sea cutáneo, nervioso o muscular. La tarea de generar por medios artificiales un desarrollo que se asemeje al que experimenta cualquier embrión fecundado hasta que llega a convertirse en el feto es un reto inmenso. Se resolverá, como sucede siempre, a través de pasos sucesivos que van incrementando los avances por medio de la contribución de muchos equipos que trabajan de manera independiente. Lo dijo Newton: las maravillas científicas se alcanzan encaramándose a hombros de gigantes.

Uno de esos equipos gigantescos que han logrado dar un paso adelante espectacular pertenece al Instituto de Biotecnología Molecular de la Academia de Ciencia de Viena (Austria). El artículo de la revista Nature firmado en primer lugar por Madeline Lancaster, investigadora del centro, pone de manifiesto cómo se logran reproducir, a partir del cultivo en el laboratorio de células madre, los orgánulos más esenciales del cerebro formados por grupos de neuronas maduras. Un primer paso minúsculo, si se quiere, habida cuenta de la extrema complejidad que tiene el cerebro en nuestra especie. Pero es precisamente ese carácter de órgano muy complejo el que ha llevado hasta ahora al fracaso cuando se quiere entender qué claves fallan en muchas de las patologías que nos azotan, desde los trastornos ligados a la edad „al estilo del mal de Alzheimer„ a las anomalías del desarrollo „como la microcefalia„ o al funcionamiento mental „del tipo de la esquizofrenia„, por poner sólo unos pocos ejemplos.

El trabajo de lancaster y colaboradores permite entender el punto de partida que lleva a la generación y organización de neuronas capaces de articularse. Ese orgánulo incipiente conseguido contiene ya el mecanismo que lleva a la comunicación e integración neuronal indicando algunos de los defectos presentes en esa etapa temprana de desarrollo que pueden colaborar a que se produzcan pautas alteradas que conducen a la versión patológica del cerebro completo.

Ni que decir tiene que hasta que comprendamos ese proceso de manera más extensa y completa, con la generación de las distintas estructuras que forman nuestro órgano más crucial, pasará mucho tiempo. Pero ya disponemos de unos hombros gigantescos más a los que subirnos para ver lo que nos queda por delante.