Debe ser cosa de la caducidad de los derechos de patente de la Viagra, la píldora azul que logra recuperar la confianza masculina cuando los años, el estrés, la monotonía o todo a la vez hacen que la función eréctil desaparezca, la que ha llevado a la revista Nature a hacerse eco de una investigación sobre los efectos del jengibre en las ansias sexuales de los hombres. Lo digo porque el artículo de referencia, el publicado como primer firmante por Y.D. Choi, investigador del Urological Science Institut de la facultad de Medicina en la universidad coreana de Yonsei, Seul, salió a la luz a finales del año pasado. Seis meses son, en el mundo de la ciencia, una eternidad. ¿A santo de qué, entonces, que se incluya un trabajo así en una sección dedicada a la investigación más reciente?

Puede que haya intervenido la pasión que todos los humanos, científicos o no, sentimos por los símbolos. La raíz del jengibre tiene un aspecto bulboso -como corresponde-, retorcido y rechoncho que tanto puede pasar por una escultura antropomórfica del Paleolítico como por la idealización del aparato sexual masculino. Algo así no puede sino generar una confianza ciega y fiel en sus virtudes mágicas y, así, los efectos terapéuticos atribuidos al jengibre han sido tantos en el terreno de las medicinas alternativas, desde la cura de las enfermedades respiratorias a la contención de los riesgos del colesterol, que la lista no cabría en esta cuartilla. Ni que decir tiene que conceder a la raíz del jengibre efectos sorprendentes de cara a enfrentarse con problemas de impotencia era inevitable. Hasta los tratados más modestos mencionan recetas en las que hay que mezclar el polvo de jengibre con otras especias para que se logre el efecto deseado -aviso de navegantes: por vía oral, no tópica. Pero la razón de hablar del jengibre en el contexto de la ciencia entendida en el sentido estricto tiene que ver con investigaciones como la de Choi: un estudio doble ciego, con placebo en paralelo, realizado en 119 afectados de disfunción eréctil y con resultados que los autores dan como significativos para mejorar los síntomas-.

Nada sorprendente, si tenemos en cuenta que otro artículo muy similar, publicado en la misma revista -International Journal of Impotence Research- había indicado en 1995 unos resultados, si no de curación completa de la dolencia, sí al menos de mejora notable comparada con la del placebo. El primer firmante de ese trabajo anterior era H.K. Choi, y su institución el Severance Institute of Andrology Research. Pero se trata del mismo centro, que ha cambiado de denominación, y la manera particular que tienen los científicos orientales de transcribir sus nombres convierten en difícil -al menos para mí- el saber si estamos hablando o no de la misma persona. Los autores del trabajo de 1995 atribuyeron a una saponina el principio activo del jengibre. No soy quién para ponerlo en duda. Pero, ¡ay!, la historia reciente, en especial tras la aparición de la píldora azul, debería recordarnos a los varones que el órgano sexual por excelencia es el cerebro.