La futura supresión del Bachillerato de Artes Escénicas, Música y Danza es la nueva patada en el culo que el Gobierno le ha asestado a la cultura esta semana. El incremento del IVA y del precio de las entradas a los espectáculos son mamporrazos que sucedieron poco antes en el tiempo y que juntos, todos ellos, transmiten la idea a la población de que el Estado ha decretado su deserción en el campo de batalla cultural dejándolo todo en manos privadas. Una situación ideal -¿por qué no?- si esto no fuera España y existiera otra educación, porque no me digan que no estaría mal que España pudiera dejar de ser el país con más alumnos fácil e inútilmente universitarios de Europa. ¿Acaso no hubo también una burbuja de facultades y toda ciudad quería ofrecer estudios asiáticos, de enología, de medicina o de ingeniera industrial?

Pero aquí estamos, in Spain, en un Estado en el que legalmente (por número de horas en el currículo) la plástica, el teatro o la música son la eterna maría del horario escolar, un quita y pon en los sucesivos decretos educativos, un estorbo que ni siquiera los abanderados de la progresía han sabido blindar cuando estaban en el poder. Ante tanto vaivén y maltrato, ¿qué alumno no se daría cuenta de que las disciplinas artísticas son un fiasco social, una blandura de mimbres ociosos y poco serios, un relleno que no sirve para nada? Y esto que digo es muy delicado, porque la escuela es una representación de la sociedad y de su estructura, un espacio en el que se adquieren los modelos de conducta convencionales. Así que, músicos, bailarines y teatreros, os están insultando: os desvían, os apartan de la sociedad y os dejan sin representación en la escuela. En la tele, ya sabéis, os han ganado la partida las tetas.

Pero aquí la pregunta es: ¿por qué?

¿Por qué la están tomando a golpes con la cultura y con los profesores? ¿Por qué se les aparta de la formación de los adolescentes? ¿Por qué? A veces, uno tiene la sensación de que este desastre es fruto de la mediocridad de un buen manojo de gestores que saben antes montar una clara de huevo al punto de nieve que educar a chavales de instituto. Pero en la mayoría de ocasiones te sobreviene la aterradora sensación de que se está trazando un plan zafio que ha funcionado en otras etapas de la historia hispánica. En este país hubo una época en que invitaron a miles de profesores, intelectuales, creadores y poetas a dar un delicioso paseo mientras los convencían de que debían reciclarse: es decir, o dedicarse a otra cosa mariposa, o dejar de intelectualizar (vía teatro, literatura o cine) sobre los sempiternos problemas de España, o simplemente abandonar el país cagando leches si no estabas con el poder dominante. Ya sé que vivimos otras coordenadas, pero aterra que el ministro Wert afirme que sobran 20.000 educadores en nuestro país, y vistas las subidas del IVA, está claro que no duda de que asimismo sobran actores, directores de cine, pintores, etc. Por más vueltas que le dé a la cuestión, concluyo que eliminar el Bachillerato Artístico no es algo inocente, además de ser una cruel vendetta relacionada con la letanía del "no a la guerra" y con los mordiscos que ocasionan algunas voces del mundillo de la cultura. Ayer mismo, por ejemplo, leí la estupenda carta que le dedicó Pedro Almodóvar al presidente: señor Rajoy, no se apropie de mi silencio.

Por último, escuchando a Wert hay una imagen muy hispánica que no puedo desterrar de mi cabeza: me imagino las reuniones con su equipo, todo a un nivel de tertuliano de Telecinco, enarbolando argumentos pueriles como el siguiente: ¿Por qué enseñar teatro en este país si pagan más por enseñar las tetas?