Desde que la historiadora y archivera María José Massot leyera las cartas de la familia Desbrull que originarían después su tesis, Una familia del brazo noble mallorquín: los Desbrull, no puede negar tenerles "mucho cariño". Por eso, ha vuelto a elegirlos con motivo de su próximo ingreso –el jueves 10– en la Acadèmia Mallorquina d´Estudis Històrics, Genealógics i Heràldics. Su discurso de ingreso será contestado por Antoni Mut, quien fuera director del Arxiu del Regne de Mallorca y su "maestro como archivera", apunta Massot. Ella trabaja en el Arxiu Municipal de Can Bordils.

"El último Desbrull, de 1835, coincide con el fin del Antiguo Régimen. Las cartas de este momento me recordaron a la novela El gatopardo, de Lampedusa porque se expresan igual que el príncipe de Salina cuando ve venir un mundo que ya no es el suyo", comenta María José Massot.

La historia que narrará de una familia que contó entre sus últimos miembros con el primer jefe político de Balears, que participó en las Cortes de Cádiz y que era el Maestre de la Orden de Malta cuando Napoléon invadió la isla versará sobre sus estrategias para seguir manteniendo sus tierras, su poder.

"En dos generaciones perdieron lo que se construyó en cuatrocientos años. En Mallorca, ser noble no bastaba, además había que aparentarlo. Los Desbrull, que tuvieron muchas tierras desde que llegaron con Jaume I a Mallorca, acabaron sin liquidez", señala la historiadora.

Entre las posesiones que tuvieron, la finca de Ternelles en Pollença que acabaron vendiendo a los March o la de Maria de la Salut, así como Son Brull en Pollença que pasó a un segundón y éste lo dejó en herencia a un sobrino, para acabar en manos de los Berart.

Uno de los sobrinos de las últimas generaciones pudieron heredar el título. Es Fernando Villalonga, marqués de casa Desbrull.