Opinión | La copa o la vida; por Matías Vallés

Kubo solo juega bien en Mallorca con otra camiseta.

Kubo solo juega bien en Mallorca con otra camiseta. / GUILLEM BOSCH

Matías Vallés

Matías Vallés

Ya sabrán que los mallorquines son especuladores, reacios a los pronunciamientos definitivos. Un inversor local que barajara la peliaguda situación del Real Mallorca en la tabla liguera, junto a su espectacular permanencia en el cuadro de semifinales de la Copa, emitiría un diagnóstico inmediato. Abandonad la frivolidad copera lo antes posible, concentraos en salvar la Primera.

Sin embargo, el nuevo Son Moix ha estrenado un nuevo mallorquinismo, tal vez una nueva mallorquinidad. Ahora vivimos el presente como si no hubiera futuro, porque probablemente no lo hay. Arriesgamos como los jugadores de casino sin fondos que piden un préstamo en vez de largarse, por si la próxima apuesta es la definitiva. De ahí que Javier Aguirre se disfrace de Paul Newman en El golpe. El flamante campo se llena a pesar de que el equipo solo gana un partido cada dos meses. Literalmente, y no siempre en casa, porque la plantilla no está a la altura del estadio resucitado, y mucho menos al nivel de la afición.

Si desea usted advertirnos de que la competición copera se agota en sí misma, o de que solo la Liga garantiza continuidad y trascendencia, no pierda su tiempo en consejos. La Copa o la vida, la clasificación queda relegada a una abstracción numérica. Anoche comenzaron las tres horas definitivas, aunque Aguirre planteó el encuentro como si ya pensara en la tanda de penaltis de San Sebastián.

Enlazando con la eliminatoria anterior, el espectador sufría el vértigo del final sin resuello ante el Girona. Incluso recontábamos los jugadores para tranquilizarnos al llegar a once, uno por encima de la decena que acabó a rastras los cuartos de final.

Cuesta decidir si la Real Sociedad estaba enfrente o al lado. Los vascos tampoco pretendían derrotar al Mallorca, solo demostrarle su superioridad infinita. Se parecían al superhéroe convencido de que no tendrá que desenfundar sus poderes, le bastará con el pavor que infunde su traje de mallas. Daba gusto contemplarlos mientras se desenvolvían sobre Son Moix, pero en el mismo sentido en que admiramos a los maniquíes en la pasarela, no a los gladiadores en el Coliseo. Al paso, acorralaron al Mallorca.

En el capítulo de reencuentros nostálgicos, Kubo solo juega bien en Mallorca con otra camiseta. Nos costó descubrir que la estrella asiática era Kang. El eslovaco Greif se confirmó como revelación de la Copa, con una interesante detención a ras de suelo en la segunda mitad.

Párrafo aparte merece Sergi Darder. En cuanto acabe de escribir, repasaré de nuevo el vídeo de las mejores jugadas de su carrera, para preguntarme por qué no las trajo de vuelta a casa. Su renuncia al protagonismo causa perplejidad. Mis expertos me corrigen que difícilmente se le puede exigir protagonismo en un equipo que renuncia al balón, pero un mago debería fabricarse un partido a su altura. El empate final no es bueno ni malo, sino todo lo contrario.

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