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Análisis

Hace tiempo que dejamos de ser de Primera (y Segunda)

Podría hacerse o no. No hace falta. Una encuesta reflejaría que el Real Mallorca no interesa, en absoluto, en todo Mallorca...

Hace tiempo que dejamos de ser de Primera (y Segunda)

Podría hacerse o no. No hace falta. Una encuesta reflejaría que el Real Mallorca no interesa, en absoluto, en todo Mallorca. La consulta, tal vez por ello no existe, no reflejaría otra cosa que lo que una simple contemplación diaria, ciudadana, mundana, dictaría: a los mallorquines, a los residentes, les importa un auténtico rábano lo que le ocurra al Real Mallorca.

Nada, absolutamente nada, de lo ocurrido en los últimos años, nada, absolutamente nada, de lo sucedido desde que el Real Mallorca tiene dueño foráneo, extranjero, norteamericano, el milmillonario en dólares, en euros, en la moneda del mundo, en poder, Robert Sarver, ha interesado al ciudadano y al aficionado futbolístico, rojillo, de la isla. Así que el descenso al olvido y, sobre todo, la desaparición del club, tras 36 años, de las divisiones profesionales, no provocará lágrima alguna. Ni una, ni dos.

Para que algo perdure, sobreviva al tsunami de despropósitos que ha vivido la entidad rojilla ha de ser querido, amado y vivido con pasión. Y, en esta isla, señores, no le demos más vueltas, solo se vive para, por, de, desde, entre, cabe, contra, bajo el turismo, los turistas, las mareas festivaleras de gentes que vienen a tomar el sol y a beber cerveza. Todo lo demás, ni preocupa ni despreocupa.

Hubo, incluso, quien dijo que desaparecidos los Reyes de la isla, desparecería la isla. Hasta en eso el fútbol es pobre. Nadie piensa que Mallorca deje de ser una isla de primera porque el Mallorca abandone el fútbol profesional. Hace muchos, demasiados, años que nuestro querido Mallorqueta ha dejado de ser profesional. Ni siquiera es uno de los mejores entretenimientos de uno de esos ricos que, antes de comprar el club, probablemente ni sabía dónde estaba nuestra tierra.

La actitud del tal Maheta Molango, de quien dije no hace demasiado que no lo conocían en ningún semáforo de la ciudad, demuestra que el Real Mallorca dejó de ser algo apreciado en la isla y, sobre todo, algo que interesase a alguien. Hace demasiado tiempo que los aficionados al fútbol de esta comunidad son del Real Madrid y del Barça, o no son.

Girona, ya ven, cuentan que es la provincia, la ciudad, más rica de España, uno de los lugares donde mejor se vive del universo (en eso, sin duda, muy parecida a Mallorca, a Ciutat de Palma), se lanzó el domingo a la calle para celebrar el ascenso a Primera de su modesto club, propiedad de franceses o de Mediapro, que todo se dice y sospecha.

Girona, como Palma, no necesita que su club de fútbol esté en Primera para sentirse una ciudad de primera, cierto, pero quienes la gobiernan, quienes la habitan, quienes comercian en sus calles, quienes intentan impulsarla en el mundo, en la propia Catalunya y España, saben, son perfectamente conscientes, que el empujoncito futbolístico les vendrá de maravilla, no les sobrará, porque ese puntito de ciudad importante, la posibilidad de estar en el mapa futbolístico de España y Europa, solo se puede conseguir a través del ascenso.

Hay cosas, como la organización de unos Juegos Olímpicos, que solo te da, te proporciona un evento de ese nivel. Subir a Primera, estar en Primera, formar parte del mapa de Primera División, es algo que puede juzgarse gratuito, pero que solo sabes qué y cuánto representan cuando lo vives. Hace demasiado tiempo que a Mallorca le importa un rábano esas cosas. Nadie supo medirlo en popularidad, en dinero, en imagen, en poder, de ahí que los mallorquines se desinteresasen, hace ya muchos años, del destino del Mallorqueta, que dejó de ser suyo hace demasiado tiempo. Por eso no hay lágrimas tras esta muerte, ni funeral que vivir, ni pena que purgar.

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