Ante situaciones desesperadas caben medidas desesperadas y la del Mallorca es extrema. Ya no hablemos si prosperara el recurso interpuesto por el Girona contra el Recre por alineación presuntamente indebida del camerunés Nong.

Saber si la destitución de Carreras será una solución, como en su día lo fue el cese de Víctor Muñoz a cinco jornadasdel final, o la de Kresic a dos, sería tanto como olvidar que, por el contrario, nada solucionó la sustitución de Serra Ferrer por Jaume Bauçà anteriormente.

Pero al menos se dan dos circunstancias a valorar: la necesidad de tomar una decisión y que, por una vez, parece existir algo parecido a la unanimidad en el seno del Consejo de Administración, aunque es difícil que la planta innoble se revista de dignidad de la noche a la mañana. Claro que, por otra parte, dicen que las desgracias unen.

Lluís Carreras no ha dado la talla. Y eso que, como en el caso de otros fichajes, ´a priori´ se le veía con buenos ojos. Heredó una plantilla con graves deficiencias en la preparación física que ahora pasan factura, pero no es menos cierto que no ha sabido entender a sus jugadores ni mantener firme un criterio. Demasiados bandazos y, por encima de todo, unos números negativos demoledores. El de Sant Pol ha perdido en Palma una gran oportunidad después de las expectativas que despertó en Sabadell.

Pep Alomar, cuyo buen trabajo se plasmó el domingo en el juego y la motivación del filial frente al Atlético Granadilla, será un buen consejero para Olaizola. El vasco, de muy grato recuerdo por su entrega para la mayoría de mallorquinistas, no tiene experiencia. Bueno, tampoco tenía ninguna Miquel Àngel Nadal y se lo endosaron a Laudrup.

Lamentablemente el Mallorca afronta los tres próximos y últimos partidos de Liga al grito de "¡de perdidos, al río!". No hay fórmulas mágicas, sino tirar de improvisación, combatir la desesperanza, superar la angustia, acertar con la tecla y aliarse con la fortuna. Eso y, por si acaso, esperar un fallo de sus competidores. Nada más, aunque no es poco.