A los mallorquinistas más nostálgicos, y mayores de treinta años, es imposible que no les suene el nombre de Álvaro Cervera (1965, Guinea Ecuatorial). El actual entrenador del Tenerife fue una de las referencias del Mallorca entre 1987 y 1992, recordado tanto por su enorme talento como extremo izquierdo como por su irregularidad y carácter díscolo. Llegó a ser internacional en cuatro ocasiones -debutó ante Uruguay en Oviedo en 1991- cuando todavía jugaba en el Lluís Sitjar antes de dar el salto al Valencia, a pesar de que estuvo cerca de fichar por el Barcelona de Johan Cruyff.?

?Álvaro llegó a la isla procedente del Racing en el verano de 1987 junto a García Cortés, Julio Llorente y Lema. Fue titular indiscutible y marcó dos goles en una temporada en la que el equipo acabó en Segunda al caer en la promoción contra el Oviedo. En aquel curso inició una relación de amor-odio con el ahora máximo accionista del club, Llorenç Serra Ferrer, en una de las etapas en las que el pobler fue su técnico, aunque ahora son buenos amigos. Le recriminaba más constancia a un jugador, de apenas 22 años, que lo tenía todo para triunfar.

?El curso siguiente, en el que compartió vestuario con Stojadinovic, Vulic, Parra o Albístegui, fue exitoso porque el Mallorca regresó a la elite al superar al Espanyol en la promoción. Álvaro -aquel año anotó seis dianas- volvió a ser importante en aquel doble enfrentamiento y muchos no olvidarán el escandaloso penalti que sufrió en Sarrià en la ida y que el arbitro no señaló. De hecho, forzar penas máximas era una de sus grandes habilidades, aunque no fue aquel caso. No obstante, en la vuelta los rojillos remontaron el 1-0 frente a los ´pericos´ con tantos de Vidal y Nadal.

?Aquel modesto Mallorca de Serra fue el equipo revelación de la campaña 1989-90. Acabó décimo y fue el menos goleado, con el mítivo Ezaki Badou en la meta, con 34 tantos. Ahí protagonizó algún sonado desencuentro con Serra Ferrer ya que su indisciplina, aliado con Claudio Barragán, ahora técnico de la Ponferradina, contrastaba con su calidad en el campo. El capitán Parra ayudó al entonces técnico a calmarle. En el fútbol nacional ya había llamado la atención por su capacidad de desborde. Superó una rotura de ligamentos tras una entrada de Vizcaíno en un duelo ante el Zaragoza, que dejó la temporada1990/1991 como discreta -apenas 13 partidos- para volver al máximo nivel. Eso sí, disputó la segunda parte y la prórroga de la histórica final perdida de Copa del Rey ante el Atlético en el Calderón. A pesar de jugar en un Mallorca que acabó en Segunda, en la temporada 1991/1992, en la que disputó 28 partidos y marcó un tanto, le sirvió para fichar por el Valencia. Alvaro, íntimo de Oltra, a buen seguro que esboza una sonrisa hoy cuando salude a Serra Ferrer. Sus disputas eran de otros tiempos.