El fútbol está lleno de ejemplos de equipos que han ganado sin merecerlo. Con media ocasión de gol. Y dando gracias a la diosa fortuna porque los dos palos del adversario no se acabaran metiendo dentro de la portería o porque el cancerbero tuviera una inspirada actuación. Pero esta forma de sumar los tres puntos es tan válida como cualquier otra y es a la que se aferró el Mallorca ayer ante un Tenerife que todavía no se cree que se quedara con las manos vacías. Este triunfo sirve para subsanar, si se puede decir de esta manera, la goleada sufrida ante el Zaragoza en la anterior jornada, aunque no hay que engañarse. Así no va a vencer muchos más partidos. Sigue sin saber a qué juega, aunque después de una nefasta primera parte el equipo mostró criterio en la reanudación. Y llegó el tanto de Gerard Moreno, el quinto de su cuenta particular en la Liga -seis con el de Copa del Rey- en una acción que demostró su olfato de delantero.

No obstante, el Mallorca, que en los últimos quince minutos jugó con un futbolista más por la expulsión de Javi Moyano, acabó el duelo encerrado y pidiendo la hora. Esta victoria servirá para calmar al entorno, como le gusta decir a Oltra, pero el propio valenciano sabe que la suerte, que también juega, estuvo de su parte.

Porque lo mejor que le podía pasar al Mallorca cuando el árbitro pitó el final de la primera mitad es que el marcador siguiera con el empate a cero inicial. Por méritos de unos y otros el Tenerife se debía haber marchado con una sonrisa a los vestuarios. Los bermellones cuajaron unos horribles primeros cuarenta y cinco minutos, sin iniciativa en ataque y sufriendo en defensa. El tiro al palo de Raúl Llorente a los dieciocho minutos, después de una acción de indecisión de la zaga, una más, fue el mayor susto, pero los locales estuvieron cerca del gol. Miño realizó una soberbia parada a un cabezazo de Bruno que Aridane remató al fondo de la red en fuera de juego. Menos mal que el colegiado acertó en su decisión porque fue muy ajustado.

Al Mallorca le falta personalidad, entre otras muchas cosas. Ni rastro del protagonismo que Oltra se cansa de repetir ante los micrófonos. Estuvo demasiado plano, con imprecisiones en los metros finales que hicieron que no disfrutara de ni una oportunidad. La suerte es que el Tenerife tampoco está para tirar cohetes. Un potente chut de Ricardo León obligó a despejar a Miño en otra acción con peligro de los de Álvaro Cervera, que se aprovechaban de la velocidad de Ayoze para poner en aprietos a Nunes y compañía. De hecho, al luso se le notó muy incómodo con el ariete canario, un auténtico ´diablo´ entre líneas.

La charla de Oltra al descanso sirvió para que los baleares salieran con otra cara. Tuvo más el balón, pero eso tampoco se traducía en peligro. Hasta que en el minuto sesenta y dos encontró el regalo que casi ni había buscado. En una jugada iniciada por Nsue, Thomas centró el balón en el interior del área y Sergio Aragoneses, en un clamoroso error, no pudo atajar el balón. Gerard Moreno, muy atento y a escasos centímetros del meta, evidenció su picardía para meter la pierna y marcar el tanto.

Los visitantes encontraron la excusa perfecta para dar un paso atrás y esperar que pasaran los minutos. El problema es que quedaban muchos por delante. Demasiados. Poco después Ayoze se plantó solo ante Miño y el catalán realizó una de esas paradas que salvan partidos y dan puntos. El Mallorca se dio cuenta de que el trabajo no estaba hecho, ni mucho menos, pero tampoco era cuestión de animar al rival. Y es que Bigas, en un grave fallo del de Costa de la Calma, podría haber enviado al traste la victoria. Dejó pasar una pelota que iba mansa en el área pequeña y, Ayoze, muy listo, se adelantó a un sorprendido Miño y envió el balón al palo. Además, Nunes llegó a tiempo para alejarla. El Tenerife se quedó con uno menos, pero no se notó. Siguió apretando sin fortuna, fruto también de su inocencia. El Mallorca tenía motivos para respirar aliviado, pero no para sacar pecho.