Pocas veces un equipo habrá conseguido tanto botín haciendo tan poco. La victoria del Mallorca en Tenerife no debe engañar a nadie. Fue conseguida desde la racanería y con elevadas dosis de fortuna. Perdió quien más hizo por ganar. Nadie puede negar que el triunfo del conjunto de Oltra es justo, pero también inmerecido. Las declaraciones de los jugadores al término del partido, apelando únicamente a la actitud -solo faltaría- es el mejor ejemplo de que las sensaciones siguen siendo pésimas. Este equipo sigue sin jugar a nada cuando la próxima semana alcanzamos la jornada diez.

En los próximos días se destacará que, de nuevo, se ha vuelto a mantener la portería imbatida, lo que no es ningún mérito ante el equipo menos goleador de la categoría. Solo cuatro goles suma el Tenerife de Alvaro Cervera. Aun así, estrelló dos balones en la madera y obligó a Miño a ofrecer lo mejor de su repertorio, hasta ahora escaso.

El síntoma más preocupante del equipo es su nula capacidad para crear juego. Siempre se mueve igual, al contragolpe. Jueguen contra un ´gallito´ como el Zaragoza o ante un equipo en zona de descenso, como el rival de ayer. Y eso que la consigna era ser el dueño del balón. Nada más lejos de la realidad. La mejor muestra de que el Mallorca se mueve siempre al ritmo que marca el rival es que es el equipo más tarjetejado de la categoría, la friolera de 42 tarjetas, nueve de las cuales las vieron ayer. Una barbaridad.

Fue bochornoso ver que el Tenerife, con uno menos sobre el terreno de juego en los últimos quince minutos, encerró a su rival en su área, provocando faltas y saques de esquina uno detrás de otro. Y, para colmo, Oltra, sin sonrojarse, puso en el campo un tercer central para defender la mínima ventaja. El próximo domingo visita Palma el colista, un Real Madrid Castilla que solo suma un triunfo en su casillero. No basta ganar al filial madridista. Hay que hacerlo convenciendo. De lo contrario, con diez jornadas disputadas, ya se ha visto lo que puede dar de sí el equipo con un entrenador que parece no saber dar con la tecla.