Ha habido de todo en una temporada que arrancó con un inicio fulgurante -el equipo llegó a ser segundo tras la quinta jornada- y acaba despidiendo dieciséis años consecutivos en Primera División. La agonía ha sido larga y muchas las oportunidades para escapar del fondo de la clasificación, pero todos los esfuerzos han sido en vano. Los rojillos alcanzaron la última jornada con unas mínimas opciones matemáticas de permanencia y dependiendo de una cuádruple carambola que implicaba al Dépor, Celta y Zaragoza. Los hombres de Manzano ganaron al Valladolid, pero el premio se fue a Vigo. La Segunda División es una realidad.

La planificación deportiva desarma a la defensa

El descenso hunde sus raíces en el pasado verano, cuando Serra Ferrer emprende una planificación deportiva que deja importantes lagunas en la línea defensiva. Las salidas de dos centrales notables como Ramis y Chico son compensadas con los fichajes de Geromel y Conceiçao. Para el costado derecho se apuesta por un inexperto Ximo, mientras que en el lateral zurdo compiten por el puesto nada menos que tres jugadores: Antonio López, Bigas y Kevin. En enero llegó el cuarto, Antonio Luna; y es necesario reforzar el derecho con Alan Hutton.

El resultado ha sido devastador. Es el Mallorca más goleado de la historia y el que más ha encajado este curso en Primera. Imposible sobreponerse a semejante estadística. El equipo ha sido un coladero atrás, casi siempre incapaz de mantener la portería a cero. Ha sido un curso calamitoso en lo defensivo, pero dos entrenadores muy caros se han turnado en el banquillo del Mallorca y ninguno ha sido capaz de taponar la hemorragia.

Caparrós, el técnico con el que el club "compró la permanencia"

Del utrerano el entonces presidente Jaume Cladera llegó a decir que "con Caparrós hemos comprado la permanencia". Y sin embargo recae sobre el técnico andaluz una gran parte de la responsabilidad en este desastre. Cuando fue destituido después de perder ante la Real el equipo había sumado seis puntos de los últimos 51 en juego. Falto de reflejos, apalancado en un discurso insustancial y convencido de que las victorias acabarían llegando por medio del azar o la providencia, Caparrós fue barrido por la peor crisis deportiva que ha sufrido el Mallorca desde el último ascenso.

Manzano: el fracaso de la opción menos mala

A Gregorio Manzano los números nunca llegaron a cuadrarle. El equipo mejoró y suya fue la tímida reacción que llevó al equipo a sumar dos victorias consecutivas ante el Granada y el Sevilla. Pero suyos fueron también los graves tropiezos en la mayoría de los partidos a vida o muerte que sembraron el final de Liga. Han sido dieciocho puntos en las dieciséis jornadas que ha dirigido al equipo, números que convierten cualquier intento de permanencia en una quimera.

Manzano era la opción menos mala que manejaba Serra Ferrer cuando tomó la tardía decisión de relevar a Caparrós. El técnico de Bailén conocía la casa y ya lo había conseguido en el pasado. Era el último clavo ardiendo al que agarrarse y se imponía olvidar viejas rencillas.

Pero la apuesta fracasó. No ha bastado ni la psicología ni planteamientos más ambiciosos en los partidos. Manzano despide su tercera etapa en el Mallorca con la amargura de dejar al equipo en Segunda. Un feo epílogo para el técnico que ganó la Copa del Rey en 2003 y lideró una heroica escalada hacia la permanencia en 2006.

Las lesiones inician la caída en picado

La decadencia del equipo tras su brillante inicio liguero coincidió con una serie de lesiones de jugadores que entonces estaban siendo importantes y que una vez recuperados dejaron de serlo. El quirófano recuperó a Javi Márquez y a Nunes, pero perdieron prestaciones sobre el terreno de juego. Antonio López nunca llegó a curarse del todo y Joao Víctor se despidió de la temporada justo cuando estaba llamado a tener el protagonismo que le había sido negado durante dos años. Aquella cadena de lesiones supuso un indudable trastorno para el Real Mallorca, pero cuando la enfermería se vació el equipo siguió en caída libre.

Andreu Fontàs había sido la solución de emergencia para reforzar el centro del campo del campo y la defensa. Pero el futbolista procedente del Barça ha sido marginado por Caparrós y Manzano, pasando a engordar la lista de refuerzos fallidos.

Gio: irregularidad de uno de los talentos más grandes que han ocupado el vestuario rojillo

El Mallorca desciende con uno de los futbolistas con más talento que ha acogido el vestuario bermellón en toda su historia. El mexicano estaba llamado a tener en el equipo una incidencia similar a la que en su día tuvo Samuel Etoo, pero ha acabado siendo engullido por toda la depresión que ha ido asociada a este descenso. Para colmo, su alineación ayer ante el Valladolid ha provocado una guerra entre el Mallorca y la FIFA que puede traer consecuencias.

Gio prometió con Caparrós y explotó con un Manzano que le liberó de ataduras defensivas. Derrochó talento y fue el protagonista absoluto del equipo durante varias jornadas, alimentando las esperanzas de los bermellones en la salvación. Pero la presión acabó haciendo mella en su fútbol, limitado en las últimas jornadas a las acciones a balón parado y algunos chispazos aislados.

El mexicano es la ficha más alta de la plantilla -supera el millón de euros- y no tendrá cabida en el nuevo proyecto en Segunda División, como muchos de sus compañeros. No faltarán propuestas encima de la mesa de Serra Ferrer para ficharlo.

A los veteranos les pesan los años y las circunstancias

En verano la idea de que Aouate, Nunes, Martí y Víctor estuvieran llamados a componer la columna vertebral del equipo sonaba tranquilizadora. Pero los cuatro capitanes han tenido muchos problemas. A Nunes le han pesado los años y no tener a un compañero solvente como en su día lo fueron Ramis o Chico. Aouate ha vivido gran parte de la temporada a la intemperie por culpa de una defensa vulnerable, aunque hay cosecha propia en buena parte de los goles encajados. Víctor protagonizó un digno papel mientras Caparrós estuvo en el banquillo, pero con la llegada de Manzano desapareció. Al revés que Martí, un buen soldado al servicio del preparador jienense que derrocha físico y entrega, pero para el que los años tampoco han pasado en balde. El descenso deja muy ´tocados´ a los cuatro y con muchas dudas sobre su futuro en el Mallorca.

Sin argumentos en los encuentros a vida o muerte

El descenso del Mallorca se ha tejido con muchas derrotas y algún empate trágico. Cada una de estos tropiezos ha sido un clavo en el ataud del conjunto bermellón hasta llegar a la dramática noche de ayer y la carambola imposible.

Con la derrota ante el Getafe empezaron a redactar los bermellones su epílogo en Primera División. La cosechada ante el Deportivo fue imperdonable y la de La Romareda frente al Zaragoza fue la constatación de que estaba todo casi perdido. Pero fueron dos empates ante el Levante y el Atlético de Madrid los que dejaron el asunto visto para sentencia en dos encuentros en los que faltó entrega y sobró miedo. El triunfo ante el Betis de la antepenúltima jornada animó a los más optimistas, pero el enfermo ya era incurable.

Algunas decisiones arbitrales perjudiciales para el Mallorca y una supuesta mala suerte en los últimos encuentros han servido de coartada para que a menudo jugadores y entrenador desviaran la atención de los problemas estrictamente deportivos que han acabado por hundirles.

Una reacción con un recorrido muy corto

Queda muy lejos aquel amago de reacción de los bermellones cuando encadenaron dos victorias seguidas ante el Granada y el Sevilla. El Mallorca se había transformado, volvía a ser el equipo competitivo de las primeras jornadas de Liga y se extendió la fe en la permanencia. Por delante quedaba mucho terreno para seguir escalando posiciones y escapar de la pesadilla. Pero llegó el parón por las selecciones, los rojillos recibieron un correctivo en el Bernabéu y una semana después llegó el desastre en forma de derrota contra el Deportivo.

Quedaba claro que los futbolistas no estaban para hazañas y que para evitar el descenso iba a hacer falta mucho más que un milagro. Débiles en la victoria y en la derrota, los mallorquinistas desperdiciaron todos los salvavidas que les mandaban sus rivales directos por la permanencia. El del Betis fue un triunfo aislado, tardío y engañoso.