Lletra menuda

Cae la iglesia de Son Negre: el clamor de un derrumbe ayudado por la pasividad

Llorenç Riera

Llorenç Riera

El desplome de la cubierta de la iglesia de Son Negre ha sido sordo. Nadie lo oyó. Ha sido necesario esperar a la gravedad del impacto visual para percatarse de lo ocurrido, del daño material, la lesión patrimonial y la fortuna de la ausencia de desgracias personales. No basta con buscar responsabilidades, que las hay como delatan las palabras de un rector que «no tenía constancia de que el mal estado llegara a este punto» a pesar de las grietas visibles a las que él mismo había hecho alusión en alguna homilía en el mismo templo. Nadie envió al lugar a un técnico para que evaluara riesgos ni se adoptaron prevenciones.

Pero no nos limitaremos a la facilidad de hacer leña de lo ocurrido en Son Negre porque, aún a pesar de los daños causados, el gran accidente material es, en sí mismo, una rogativa desesperada que clama por la gestión seria y eficaz del inmenso patrimonio eclesiástico de Mallorca abarcado entre la humildad de una iglesia rural venida abajo y el esplendor turístico de la Seu. La lista de urgencias de templos, obras de arte, instrumentos musicales y mobiliario que implora una intervención rápida no cabe en esta columna. Ni aún recomponiendo sus favoritismos, la diócesis puede con ello. Es imprescindible una colaboración institucional más allá de las meras subvenciones. No es solo cuestión de creencias.

Así ha quedado la iglesia de Son Negre de Manacor tras el derrumbe de su cubierta

Biel Capó

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