Lletra menuda: Desembocadura de agresiones

Llorenç Riera

Llorenç Riera

Aparte de los evidentes encantos paisajísticos que se pueden disfrutar a simple vista, algo escondido debe tener Portocolom para que entidades cívicas y medioambientales insistan tanto en la denuncia del deterioro que castiga a su bahía y en la necesidad de tutelar la fragilidad del hábitat de unas aguas poco profundas adulteradas por la porquería pura de los restos fecales y las hélices prepotentes de la desmesurada densidad de embarcaciones.

Hasta las buenas intenciones, teóricas, supuestas o efectivas, se enturbian y dividen cuando se trata de Portocolom. Hace dos semanas que la Fundación Cleanwave y el ayuntamiento de Felanitx firmaban un convenio para impulsar el proyecto MedGardens destinado a frenar la degradación de las praderas de posidonia. Hoy, otra entidad proteccionista del medio marino, Mallorca Blue, lo descalifica hasta el extremo de considerarlo «un engaño a la sociedad y a los donantes» en detrimento de otras praderas más valiosas de determinadas algas pardas o las de Cymodosea nodosa.

Perdidos andamos si hasta los proteccionistas tropiezan entre sí. Este vertido de desencuentros era prescindible en una bahía de Portocolom que permanece sobrada de alteraciones materiales y sobreocupación humana bajo impulso mecánico. La misma Mallorca Blue recuerda que esta «bahía sin ley» reúne las singularidades de ser poco profunda y luminosa en un lugar semicerrado. Una buena concentración de peculiaridad y encanto.

Pero las insistentes reclamaciones de protección y control no surgen efecto. A las aguas calmas de Portocolom las agresiones les llegan desde tierra. Son unos vertidos de insensibilidades y agresiones que dejan huellas materiales reincidentes y nocivas.

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