Lletra menuda

La pesca de la anguila, prohibida en s'Albufera: escabullirse de la extinción

Llorenç Riera

Llorenç Riera

Las apreciadas espinagades de Sant Antoni, en sa Pobla, no podrán enriquecerse este año con anguilas de s’Albufera. Son dos referentes asociados desde tiempos remotos a la gastronomía poblera del mes de enero. Seguía siendo así a pesar de que la disminución de posibilidades naturales y legales de captura de un pez que no admite término medio en cuanto a su afinidad con el paladar, obligaba a adquirirlas en la Albufera de Valencia o el Delta del Ebro, pero siempre cabía la posibilidad, la ilusión, de que te hubiera tocado una anguila local. Ahora ni eso.

La anguila es deslizante y escurridiza por naturaleza, una habilidad innata que sin embargo le resulta insuficiente para escabullirse del deterioro que causa a la especie la pesca, por muy controlada y limitada que esté, la escasez de lluvia y, en definitiva, un cambio climático del que ya se resiente desde la pasada década de los 80, antes de que se prohibiera su pesca comercial en s’Alfubera en 1997.

La anguila, tan hábil ella, es incapaz hoy de escabullirse por sí sola del riesgo creciente de extinción que le afecta de lleno. Está es la causa por la cual el Consell impide su captura total. No podrá pescarse ni siquiera con el modo ancestral de cucada, pese o lo limitada y poco demandada que estaba ya esta práctica. Este es el motivo también que ha llevado a tres centenares de miembros de la comunidad científica a solicitar la veda total en toda España y a incrementar las medidas europeas de regulación implantadas en 2007.

La mejor forma de comer anguila mañana es no hacerlo hoy. Pero no solo importa eso. La cuestión va mucho más allá de lo gastronómico. Es importante salvar la especie en bien del ecosistema natural que afecta y es patrimonio enriquecedor para todos.

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