Lletra Menuda | Las serpientes residentes
Entre el despacho y fora vila media un largo trecho. Y un ángulo de visión muy diferente. Cuando las culebras de longitud y comportamiento foráneo ya están aburridas de jugar al escondite con los agricultores, llega el Govern para instalar la trampa de un decreto ley concebido para vetar la entrada de árboles ornamentales en los meses de puesta de huevos. Es la búsqueda del decrecimiento de una invasión que no tiene reconocimiento oficial como tal, pero ha necesitado una legislatura de por medio entre la definición de los criterios técnicos y la normativa capaz de aplicarla que llega ahora. Mientras, mucha trampa confiada al azar y pagada por la ecotasa.
Con este panorama, el problema se presenta en una doble vertiente, la de la entrada de nuevos ejemplares de serpientes de herradura y verdes, pero también la de la población ya residente de unos ejemplares que poco tienen que ver con la dimensión y la fragilidad de la especie autóctona, al tiempo que mantienen toda una serie de interpelaciones por lo que respecta a su incursión en la biodiversidad y el hábitat rural.
Tras años en los que la Administración ha estado centrada y ha hecho pedagogía de la captura, el conseller Mir reconoce ahora el descontrol “de la puerta de entrada”. Los olivos, algarrobos y encinas tendrán calendario de llegada y, en función de la temporada, serán sometidos a cuarentena. Seguro que mientras esto ocurre, las serpientes ya residentes seguirán con su propia puesta de huevos y deslizándose sigilosas con unas repercusiones todavía poco definidas. Las lagartijas, que sí contribuyen al equilibrio, son, que se sepa, las más perjudicadas y tras ellas, los cultivos agrícolas expuestos a los insectos.
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