Al contrario del año pasado, cuando la lluvia fue protagonista de la feria de Consell, la edición de este año estuvo acompañada por el buen tiempo, que facilitó la afluencia de visitantes. A las doce del mediodía, los coches que querían acceder a la localidad iban desde la rotonda de Alaró al semáforo de la Plaza Major, formando una cola de 900 metros.

Este año, las autoridades iniciaron el recorrido al recinto ferial a las diez de la mañana con la presencia del Conseller de trabajo, comercio e Industrial, Iago Negueruela, acompañados de los xeremiers.

La calle de Sant Bartolomé se fue llenado de visitantes, los cuales recorrieron los distintos tenderetes por si hallaban alguna ocasión. Entre los vendedores, no faltaban entidades locales, como las alumnas de la gimnasia rítmica, que ofrecían coca, cocorrois y empanadas, para recaudar fondos.

Pero el centro neurálgico de la feria y la concentración mayoritaria de visitantes se produjo en la plaza Major, donde una enorme carpa albergaba mesas altas, donde los visitantes podían degustar la comida que ofrecían los tenderetes de la plaza. Allí se colocaron los bares y restaurantes de la localidad, ofreciendo sus productos, así como las bodegas principalmente de Santa Maria, y naturalmente la local de Can Ribas, que ofrecían sus vinos a los visitantes para su degustación.

La batucada local, tras acompañar a las autoridades, ofreció un repertorio, junto con los más pequeños, que fue seguido por una gran cantidad de gente.