Cuando uno fija en exceso la vista en su obligo, no llega a reparar en si lleva los zapatos sucios, ni puede alargar la vista para contemplar la belleza del horizonte y las miserias que median frente a él. Esto es lo que le está ocurriendo al PP de Calvià, como si en el poliédrico municipio no existiera nada más que los problemas domésticos del partido, o el PP regional no fuera otra cosa que el territorio Delgado o los escándalos que ha heredado en toda Balears. Que no es poco, por otra parte, pero queremos decir que el vodevil calvianer no purifica la imagen de seriedad y regeneración de un partido en el según José Ramón Bauzá ya hay "tolerancia cero" frente a la corrupción. El mismo presidente novel forzó la interrupción de las primarias en Calvià arbitrando la solución provisional de un Manu Onieva que en principio –ya veremos al final– el próximo día 21 debe ser presentado como candidato a la alcaldía.

Los dudas están justificadas porque Teresa Martorell y Antoni Rami mantienen sus aspiraciones de suceder a Carlos Delgado y cuestionan, una y otra vez, que unos pocos decidan lo que afecta y compete a toda la junta local del partido. Sobran argumentos para sostener que en Calvià, antes que candidatos, se buscan delegados de una determinada tendencia, afinidad personal o intereses varios. Unos, sobre todo el aludido, quieren que el heredero real lleve la denominación de origen Delgado y otros todo lo contrario. Mientras, las cañerías del partido también conducen a una enrevesada conexión del alcalde saliente –¿o ya se ha ido, le conocen alguna gestión efectiva en los últimos tiempos?– con su homólogo Pastor de Manacor para satisfacer ambiciones recíprocas. Primarias no y candidato seguro tampoco. Esta es la realidad de un partido con días difíciles por delante. Pero peor lo tiene Calvià porque el PP parece haberse olvidado de él.