A estas alturas de la actual etapa de gobierno (eso que en el Ayuntamiento llaman pomposamente legislatura, como si sus ediles constituyeran un pequeño parlamento) ya se puede afirmar que el gobierno Pastor no pasará a los anales de historia local de Manacor por sus méritos y resultados prácticos para los ciudadanos. Ya sabemos que los proyectos bandera del auditórium y del recinto ferial se aplazan para mejor ocasión y por contra se cimenta (sólo en el aspecto físico, ojo) la iniciativa más contestada, la de un geriátrico comarcal levantado sobre las ruinas provocadas de un centro asistencial que todavía huele a nuevo.

Se necesita algo más que coraje para atreverse a desmantelar de esta forma, con privatización de por medio, la tradicionalmente buena asistencia pública a los ancianos de Manacor. Sobre todo cuando los profesionales del ramo y toda la oposición política está en contra de los cambios emprendidos. Una cosa es ampliar la gama de servicios públicos y otra cambiar sus conceptos y reducir sus posibilidades. El Ayuntamiento no puede declinar sus responsabilidades en este sentido y a la vista está que se va desprendiendo de ellas. La gestión política de los servicios sociales municipales resulta cuando menos discutible. No responde a las necesidades cotidianas. Cuentan incluso que el Ayuntamiento ha contratado a dos educadores de calle pero que no les da los medios para que desarrollen su trabajo. La reacción del personal fijo de la residencia municipal, con plantón ante la primera piedra del nuevo geriátrico y revindicaciones laborales que parecen fundadas, merece una reflexión especifica porque es mejor fundamento de asistencia social un personal motivado y bien retribuido que un edificio nuevo y bonito pero frío de contenido profesional.