Cierra el puesto s’Hortolà, los últimos payeses del Mercat de l’Olivar en Palma

La familia Cirer ha bajado la barrera este martes del punto de venta que abrieron hace 16 años en la céntrica plaza de abastos

Mantienen la producción de frutas y verduras en su finca, además del puesto en el Mercat de Santa Catalina

"Atravesamos una situación personal y profesional que nos impide continuar ofreciendo un servicio de calidad", explican

VÍDEO | Cierra el puesto s'Hortolà, los últimos payeses del Mercat de l'Olivar en Palma: "Cerramos porque necesitamos parar y adaptarnos a los nuevos momentos"

B. Ramon

M. Elena Vallés

M. Elena Vallés

 El último día de un comercio que funciona suele ser como el día anterior, o como hace diez martes o incluso como el día 23 de enero pero un año atrás. Servir al cliente no da tregua ni para ponerse sentimentales. Es lo que ha sucedido este martes en el puesto s’Hortolà, en la zona de las verduras en el Mercat de l’Olivar de Palma. La jornada ha arrancado a las 5.30 horas de la mañana con el trasiego de cajas de frutas y verduras frescas, su colocación en el puesto con los precios, un repaso al género para que no falte nada y por último levantar la barrera con una sonrisa para los clientes. Hoy es un día más en la vida de los Cirer, aunque la procesión va por dentro.

“Somos una familia payesa, de Sant Jordi. Nuestra finca, donde producimos, se llama Son Pelat y está en la carretera de Sineu”, explica Marga Cirer, copropietaria con sus hermanos del huerto y los dos puntos de venta físicos que tienen en Palma. “Nuestra filosofía es llegar directamente al cliente con nuestros productos, pero necesitamos un equipo de gente suficiente tanto en la finca como aquí para poder conseguir este objetivo como queremos. Y en los últimos tiempos se está complicando mucho encontrar personal”, cuenta Cirer a este periódico, mientras se despide de compradores que este martes han venido específicamente al Mercat de l’Olivar a hacer su última compra en s’Hortolà. “Vamos a mantener el puesto que tenemos en el Mercat de Santa Catalina, que es más pequeño y más fácil tenerlo en marcha”, asegura. “Y con el huerto seguimos, por supuesto, y con la venta de nuestros productos a otras tiendas o mayoristas”, precisa.

El trabajo en la finca de Son Pelat

La coyuntura actual también complica el día a día en la finca. “De momento salimos adelante gracias a los trabajadores temporeros”, expone. Pero las dificultades son cada vez mayores en el mundo de la agricultura. “Muchos de estos trabajadores se van a la construcción o a la hostelería. Por otra parte, los horarios del campo no son compatibles con todas las normativas laborales actuales. Una pequeña explotación agraria no puede sostener dos o tres turnos de trabajo. Nos dicen que pidamos subvenciones, pero pensamos que el negocio debe mantenerse por sí mismo. Por eso creemos que la normativa laboral debería ser más flexible y ofrecer por ejemplo una serie de prestaciones a cambio de tener una jornada laboral más extensa, como poder jubilarse antes”, propone.

La venta en un puesto en la plaza de abastos también es exigente. “Levantarse muy pronto, trabajar los sábados… Nosotros cerramos los domingos y los lunes para librar dos días, pese a ello nos cuesta mucho encontrar trabajadores. La nuestra es una empresa familiar y ahora mismo también se han cruzado en nuestro camino otras cuestiones familiares relacionadas con el cuidado de otras personas”, comenta Marga, que ha estado despachando hasta este martes en la tienda del Olivar junto a su hermana Xisca. “Mi hermano Pedro es quien lleva la finca”, apunta. “También hay una necesidad personal de parar un poco, llevamos un ritmo muy fuerte, y precisamos descansar con el fin de repensar las líneas de trabajo de s’Hortolà”, agrega. “Hemos de darle una vuelta a este legado de generaciones y adaptarnos a la nueva realidad”, abunda.

Frutas y hortalizas de temporada

En el puesto todas la frutas y hortalizas de temporada son de cosecha propia. Ahora hay patatas, calabazas, boniatos, naranjas, alcachofas, limones y toda la verdura de hoja. “Somos los últimos payeses del Mercat de l’Olivar. En el de Pere Garau quedan todavía, venden fuera, en la calle”, comentan. “Es un negocio complicado por los costes de producción, las normativas que hay que cumplir y después hay otras dificultades en el campo como la escasez de agua que hemos tenido. Este invierno hemos tenido que regar como si fuera verano. Se han girado tantas cosas que todo se está complicando mucho para los pequeños productores, el sistema va hacia la centralización de toda la producción en empresas grandes”, lamenta Marga Cirer.

“Nos da mucha pena este cierre [son 16 años en el Olivar], todo es de mucha calidad, de producción propia y está bien de precio en comparación con otros puestos”, explican María Giraldo y Magdalena Perelló, dos clientas habituales que este martes cargan hasta arriba sus carros de verduras frescas con un 10% de descuento. Otros compradores que no conocían el cierre se han llevado un golpe con la noticia. Marga Cirer y su hermana Xisca continúan sirviendo con la misma profesionalidad que cualquier otro día. Quedan pocas horas para bajar la barrera. No quieren dramas. Ni protagonismos. Llevan el oficio en las venas.