Entrevista |

El arquitecto Sebastià Jornet, sobre la crisis de vivienda en Palma: «Por debajo de los 40 metros cuadrados no es un piso, es un zulo inhabitable»

El urbanista habla la crisis habitacional que vive Palma, los barrios desfavorecidos y el Plan General

El arquitecto Sebastià Jornet.

El arquitecto Sebastià Jornet. / Guillem Bosch

Irene R. Aguado

Irene R. Aguado

Sebastià Jornet, arquitecto en su propio despacho, profesor de Urbanismo y merecedor de varios premios en la materia, ofreció ayer por la tarde una conferencia impulsada por la UIB bajo el título ‘Estrategias de intervención en barrios vulnerables’ en Ca n’Oleo.

Palma se enfrenta a una grave crisis habitacional que cada vez va a peor. ¿Tiene solución?

Es una crisis profunda y una situación dramática y angustiosa, está claro. Tiene solución, pero hay que invertir en las herramientas y recursos necesarios para reorientar la situación.

¿Cómo puede solucionar el urbanismo los problemas de exclusión social?

Para revertir la exclusión en los barrios vulnerables hace falta un análisis con tres indicadores. El primero es saber quién vive en esa realidad y qué condiciones tiene, y para eso sirven poco las estadísticas oficiales, porque en este tipo de zonas no se suelen aproximar a la situación real. El segundo es estudiar si hay infravivienda en el barrio; por debajo de 40 metros cuadrados no es una vivienda, sino un zulo inhabitable que sirve solo para dormir. En ese caso, la única solución es la sustitución por viviendas dignas. El tercer indicador es un análisis urbanístico que determine si el barrio tiene equipamientos públicos, calles en buen estado, servicios accesibles, etc. Después se intervendrá en función de los recursos públicos que se inviertan, pero eso es una decisión política.

¿Por qué la periferia de Palma tiene cada vez más deficiencias y menos equipamientos?

Es un mal endémico en muchas ciudades. La mayor parte de nuestros barrios fueron concebidos para acoger la población que expulsaron las ciudades. Las necesidades básicas, la educación y la salud, suelen estar cubiertas, pero no disfrutan de otros equipamientos públicos que les confiere una significación especial. No son lugares para socializar, solo para atender necesidades. En cualquier caso, para hacer un diagnóstico hace falta un análisis previo: cuántos equipamientos hay, dónde están situados, cómo funcionan...

¿Qué le parece que en Nou Llevant se esté creando un barrio de lujo a las espaldas de la Soledad, una de las zonas más marginales de Palma?

Es inaceptable. Hay que desfronterizar la marginalidad, es decir, disolver los límites con el resto de la ciudad, y para eso hace falta el urbanismo. Un ejemplo es el barrio de La Mina (Sant Adrià de Besòs, Cataluña); la decisión de ubicar el nuevo campus universitario de la Politècnica junto a esta zona se tomó con el fin de que el barrio deje de ser marginal y se integre con la ciudad.

¿Qué necesitan barrios como Son Gotleu o Camp Redó, condenados a acoger a ciudadanos cada vez más desfavorecidos?

Es la pescadilla que se muerde la cola. Quien puede, sale de la marginación social, pero quien entra en su lugar está en esa misma situación. Es imposible que estos barrios salgan de la exclusión por sí mismos, necesitan una inyección de recursos y un compromiso de la Administración.

El Govern ha aprobado hace unas semanas un decreto de emergencia habitacional que permite reconvertir locales en viviendas e incrementar en alturas. ¿Será la solución a la crisis de vivienda?

La solución seguro que no, pero son buenas medidas. Supone una novedad en el Estado español y favorecerá la inversión privada con una buena finalidad: construir vivienda de precio limitado. No conozco los detalles en profundidad, pero bienvenido sea. Hay espacios de la ciudad en los que se puede construir sin problema, aunque la potencia sin control no sirve de nada.

¿Le parece que un decreto así atenta contra años de planificación urbanística?

Depende. Yo confío en la Administración. Es cierto que una medida de esta naturaleza puede desechar años de planificación, pero si se aplica bien ayudará a mejorar las condiciones de la vivienda. Al final, el peor error de la democracia es haber tratado la vivienda como un negocio o una mercancía en lugar de un derecho. España es el país europeo que más ha construido desde la posguerra.

Usted habla del Plan General como un instrumento obsoleto. ¿Cómo se debe replantear la ordenación de las ciudades?

Es una herramienta caduca que debería enterrarse de una vez por todas. Estamos anclados a las categorías de suelo urbano, reserva urbana y suelo rústico, no hemos avanzado ni un ápice. Además, es una locura planear cómo será la ciudad dentro de veinte años. Es necesario un documento marco, pero tiene que dar margen para orientarlo a medida que la ciudad cambia.

¿Se han trasladado ideas del PGOU de Barcelona al de Neus Truyol?

Entre Cataluña y Baleares siempre ha habido colaboración y complicidad. Hay ideas del PGOU de Barcelona y viceversa, por ejemplo en materia de turismo Cataluña ha absorbido conocimiento del Plan General de Palma. De todas formas, aunque es un buen documento, tiene un carácter normativo tan detallado que es posible que no funcione bien.

¿Cómo solucionaría un urbanista el conflicto entre descanso y ocio nocturno en barrios como Santa Catalina?

Diferenciando espacios para vivir y de actividad económica, condicionando el uso de los locales a determinados horarios y también con disciplina y concienciación social.

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