Adiós a otro horno artesano

Cierra el Forn Mestre de Palma, el pan que han comido vecinos, reyes y presidentes

Bernat Mestre y Margarita Alameda apagan el horno de sus dos panaderías de la calle Desbach y Blanquerna después de 40 años de amor y sacrificio por un oficio que no encuentra relevos

Bernat Mestre, propietario de Forn Mestre: "Cerramos por jubilación: han sido 40 años de mucho trabajo pero también satisfacciones"

B. Ramon

M. Elena Vallés

M. Elena Vallés

«Han sido 40 años de levantarse a las 4.30 de la mañana y acostarnos a las 12 después de trabajar». Toda una vida dedicada al pan y los pasteles, entregada a los clientes y vecinos, fuesen anónimos o famosos, sin distinciones, fines de semana y festivos incluidos. «Ya toca descansar y disfrutar un poco de la vida», confiesa Bernat Mestre, que echa el cierre por jubilación de los dos establecimientos del Forn Mestre, el de la calle Desbach en el barrio del Camp de’n Serralta, donde tienen el obrador, y el de la calle Blanquerna

La panadería y cafetería Mestre de la calle Blanquerna.

mevalles@diariodemallorca.es / B. Ramon

«Ahora busco a alguien para traspasarle el negocio, hay algunas personas interesadas, otra panadería que está en Palma cuya dueña es de Suecia y cogerían esto, pero ya veremos si sale», cuenta el panadero de 65 años, quien junto a su mujer Margarita Alameda levantaron en 1983 el establecimiento de Camp de’n Serralta, «fue un traspaso de otra persona que había abierto el horno hacía dos años pero no le funcionó», relata el propietario.

Su vida no ha tenido otro ritmo que el del trabajo. «Soy del barrio de Santa Catalina. Mi padre falleció cuando yo tenía diez años y tuve que colaborar en casa con distintos empleos ganando un poco de por aquí y por allá», explica. 

Portero de discoteca en Barbarella

Antes de ser panadero, con 18 años fue portero de discoteca en Barbarella. «Aquello era un jolgorio diario, te jugabas la cara literalmente. Cuando salieron los presos de la cárcel con la Ley de Amnistía hubo follón o cuando venían los marines norteamericanos había peleas».

De portero de discoteca, probó otro oficio de madrugada en el que ya se quedó a vivir para siempre: el de panadero. «Empecé en la pastelería Frama, en Marquès de la Sènia, luego estuve ochos años en Arroyo y terminé en Mestre, donde mi hermano ya estaba trabajando».

Tomó las riendas del negocio, cambió la maquinaria y empezó a crecer. La panadería tenía dos vías de desarrollo: el despacho del propio pan en la panadería y el reparto a distintos restaurantes o establecimientos. «Hemos servido a Canta Napoli, el Nitos (al que Felipe VI es asiduo), la tortillería de Gomila, el Samantha’s, The Anchorage en Illetes, Sa Cullera, el Club Náutico Cala Gamba,el Club Náutico de s’Arenal, La Lubina, El Caballito de Mar...» La lista es abultada. 

«Nosotros trabajábamos con el Samantha’s, por eso hemos servido nuestro producto en banquetes para Escarrer, Mario Conde o la familia March. El rey también ha comido nuestras ensaimadas en el Náutico de Palma», asegura. La colaboración de Mestre con el Bahía Mediterráneo también le permitió alimentar a presidentes, «como Aznar o Cañellas».

Trabajo con chefs

En la memoria, también tiene un enorme hueco su trabajo con chefs, como Mestre Tomeu Esteva. «El panadero es el amigo del cocinero», exclama. Por eso, fueron tan importantes en su currículum sus sucesivas participaciones en las Mostres de Cuina Mallorquina que tanto éxito cosecharon. 

«Todo esto empezó a bajar con las crisis que sobrevinieron», explica Bernat, quien asegura que uno de los éxitos de su panadería es que «hacen todas las especialidades, nada se nos resiste. El secreto es que todo es artesano». 

Hace siete años se expandieron a Blanquerna. «El problema que está habiendo con el pan es que los supermercados lo venden y la gente ya lo compra ahí, pese a que sean masas congeladas». En los últimos tiempos, el reparto estaba perdiendo gas. «Ahora es mínimo, estamos centrados en las tiendas. Mantenemos algunos bares, pero con la pandemia todo esto decayó». 

Mientras habla con este diario, Mestre tiene cita con alguien que podría estar interesado en el traspaso del negocio. «Me hubiera gustado que se lo quedaran mis hijos, pero ellos piensan de otra forma».