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Sin memoria histórica para los ‘xuetes’

Una pequeña columna recuerda el auto de fe de 1691 en Gomila, pero se han frustrado al menos tres intentos para levantar un memorial que recuerde la persecución de los judíos mallorquines

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Sin memoria histórica para los ‘xuetes’ Manu Mielniezuk / B. Ramon

Es una columna que supera por poco la altura de las rodillas. Fue colocada en 2018 en la plaza Gomila. La remata una placa de bronce con la inscripción «La Ciutat de Palma a la memòria dels trenta set xuetes executats en aquest lloc el 1691 per raó de les seves creences». Se completa con un candelabro de siete brazos y una inscripción en hebreo. Este es el único y modesto recuerdo que Palma ha dedicado a los miles de descendientes de judíos que durante siglos fueron víctimas de la Inquisición, de la marginación social o de los recurrentes asaltos al Call. Pogromos que eran convenientemente dirigidos contra la comunidad judía cada vez que el malestar se expandía entre la población.

Palma tiene una cuenta pendiente con la recuperación de esta parte de su memoria histórica. Con el asalto al Call de 1391 y sus trescientas víctimas. Con la conversión forzosa al cristianismo de 1434. Con las víctimas del auto de fe del 6 de mayo de 1691. Con Rafel Valls o Caterina Tarongí. Con los 537 relajados que se contabilizan entre 1488 y 1544. Incluso con los xuetes que pretendían ordenarse sacerdotes y eran rechazados o marginados por el seminario, por los Missioners del Sagrat Cor o por otras órdenes religiosas.

Oportunidades no han faltado para pagar al menos en parte esta deuda histórica. Desde hace 90 años ha habido al menos tres intentos serios de levantar un auténtico monumento o memorial para recordar la persecución de los xuetes mallorquines. Todos han fracasado.

La República

La primera iniciativa coincide con el advenimiento de la II República. Grupos de ateos agrupados en la Lliga Laica levantan la bandera de la memoria xueta. Se trata, como explica el historiador David Ginard en Ateu Martí, anticlericalisme i compromís republicà, de remarcar la discriminación que aún sufrían los descendientes de los hebreos isleños y la responsabilidad de la Iglesia por la persistencia de su fanatismo.

La idea del memorial partió del periodista y diplomático Gabriel Alomar. Un artículo escrito en La campana de Gràcia se indignaba con las «cremadisses de carn hebrea celebrades al peu mateix d’aquesta pacífica i somrient montanyola de Bellver». Se pretendía recordar a Caterina Tarongí i Tarongí, una de las víctimas del auto de fe de 1691. Ateu Martí recogió la idea de inmediato e invitó a republicanos, socialistas y comunistas a levantar «un record a la memòria d’aquells xuetons que van saber conquerir la difícil pauma del martiri a mans dels mateixos que ahir ompliren els carrers de Ciutat de resclús i cera». 

El monumento debía levantarse en las inmediaciones del bosque de Bellver. Igual que las iniciativas posteriores, acabó en fracaso pese a que, una vez proclamada la República, la Comissió Gestora de l’Ajuntament aprobó erigirlo. 

Los años 90

Jacqueline Tobías, presidenta del Instituto de Relaciones Culturales Balears-Israel impulsó un memorial durante el mandato de Ramon Aguiló. Tobías explica que el alcalde socialista le expresó su apoyo, pero argumentó que esta iniciativa debía adoptarse cuando Palma tuviese un alcalde con otro apellido. La activista judía nacida en París en 1941, casada con un mallorquín y residente en la isla desde hace décadas, volvió a la carga cuando Joan Fageda llegó a la alcaldía.

Manejó dos proyectos. Uno fue preparado por Ben Jakober para el bosque de Bellver, recuerda Tobías. Doce hitos simbolizaban las tribus de Israel. El que más cerca estuvo de hacerse realidad lo diseñó Nils Burwitz para la plaza de Santa Eulàlia. El lugar elegido parecía ideal. Estaba en el epicentro de la judería palmesana. Entre el Call Menor y el Major. El 80% de los xuetes residía a finales del siglo XV en el territorio de esta parroquia, según Álvaro Santamaría.

El proyecto lo explicó el propio artista: una columna se levantaba sobre una estrella de David y se remataba con un pergamino. El monumento se iluminaba desde dentro «con una luz parecida a la de una vela, que para mí significa la esperanza que cierra un capítulo histórico». Solo había una palabra, escrita en hebreo y catalán: «Recuerda».

Se desató una cierta polémica. Encuestas en la calle con gente que ni siquiera sabía quiénes eran los xuetes. Y también cartas al director, algunas firmadas con alguno de los quince apellidos que se asocian con los descendientes de la gent del carrer. Mejor no remover las cosas, argumentaban. Mejor no recordar, sería la interpretación más adecuada.

Entre disputas y el escaso interés municipal, la propuesta cayó en el olvido por segunda vez en sesenta años.

El siglo XXI 

En 2006, el grupo de consellers del PSM en el Consell de Mallorca propuso elevar un monumento de desagravio a los judíos conversos de Mallorca. Un año después, Rafel Durán, teniente de alcalde de Juventud y Deportes y secretario general del Partido Popular de Palma, se comprometió a que Cort participaría en la cofinanciación. 

Poco tiempo después, un grupo de artistas con inequívocos linajes xuetes presentaron un proyecto para construir un memorial en los jardines de sa Quarantena. Rafa Forteza, Ferran Aguiló, Jaume Pinya, Mònica Fuster, Joan Segura y el arquitecto Antoni Forteza formularon una propuesta escalonada con los nombres de las víctimas. La estructura se remataba con un agujero que los artistas denominaban Cercle de silenci, una invitación a reflexionar.

El presupuesto era de unos 100.000 euros, pero tanto el Ayuntamiento como el Consell, ambas instituciones en manos progresistas, se desentendieron del compromiso adquirido y, como en otras ocasiones, la isla prefirió no rememorar su historia más negra.

En 2018 se inauguró la placa de la plaza Gomila. El mismo año se dedicó una calle a Caterina Tarongí, víctima femenina de último auto de fe. En 2007 se inauguró una escultura de Jafudà Cresques, pero se homenajeaba al cartógrafo, no se trataba de un recuerdo de la persecución. Algunas diminutas cerámicas reproducen, junto a la denominación oficial, nombres de calles con referencias hebraicas... Pero el gran memorial continúa siendo una cuenta pendiente.

El Parlament celebra cada año un acto en memoria de las víctimas del Holocausto. Se encienden unas velas, se pronuncian hermosas palabras y todos quedan satisfechos. Sin embargo, a Mallorca le resulta imposible enfrentarse a su propia injusticia y prefiere el olvido a la memoria de las persecuciones contra los xuetes.

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