En siete meses Palma ha pasado de la izquierda a la derecha, de los parques para la convivencia canina de la legislatura de Aina Calvo, representación urbana del jardín del edén, al anuncio de la próxima ola de represión policial contra el incivismo de los dueños de perros. De los espacios para el esparcimiento de sa Riera, el Sagrat Cor y La Ribera, a la amenaza de multa contra quien se atreva a saltarse las normas sobre la tenencia de animales domésticos en la vía pública. La crisis y la falta de liquidez cambian la política de Cort a velocidad de vértigo, incluso en asuntos de mascotas. Y lo que ayer era una tarea siempre pendiente que se tomaba con todo el desinterés del mundo, hoy resulta una oportunidad única para aumentar la recaudación en tiempos de vacas flacas. En el término municipal de Palma viven 80.000 perros que cada día pasean por las calles con sus dueños. Muchos de ellos son un ejemplo de urbanidad. Pero otros no. Ahora tendrán unos nuevos compañeros en su recorrido. Hasta diez unidades de la Policía Local que vigilarán cada uno de sus movimientos por si es necesario exhibir el bloc de multas. Ni el atasco de tráfico del año reúne a tal concurrencia uniformada. Compadecemos a los agentes encargados de una labor tan prosaica y poco elevada para el espíritu. Pero pueden hacer más por la limpieza de determinados barrios de la ciudad que cincuenta campañas informativas.