Mientras Mallorca suspira por agotar sus plazas turísticas para olvidar la crisis, hay residencias que han colgado el cartel de ´completo´: aquellas a las que acuden las personas sin posibilidad de valerse de forma autónoma. La cosa no es demasiado preocupante porque no hace frío, y no resulta tan duro dormir al pairo, triste consuelo para quienes deambulan sin techo 24 horas al día, pues el verano no durará eternamente.

La situación no pinta bien para los indigentes. Con los presupuestos recortados a tope y el gasto social cuestionado tal y como hoy lo entendemos, no sirve de mucho exigir a las administraciones públicas que incrementen unos recursos que no irán a más, sino a menos, y que ya se pagan con dificultad. ¿Qué podemos hacer, entonces, con quienes por distintos problemas van quedando en la cuneta de este camino lleno de baches? Sólo se me ocurre aplicar el sentido común y eliminar, pero del todo y de verdad, los gastos públicos superfluos para dedicar el remanente a quienes necesitan ayuda con urgencia, antes de que se genere un conflicto social mayor. Y de momento, seguir haciendo malabarismos con las plazas existentes.