En una época en la que el automóvil era símbolo de progreso, en la que el sorteo de un coche era lo mejor que podía hacer un establecimiento para captar clientes y en la que el autobús sustituyó al tranvía porque era más rápido; los propietarios de los comercios de la calle del Sindicato no querían que los coches, buses y tranvías circulasen por allí. Hablamos de 1958, año en el que se constituyó la asociación de comerciantes de la Vía Sindicato para conseguir que se peatonalizase la céntrica calle palmesana.

Lo cuenta Pere Arbona, el único socio fundador que todavía queda en activo, a sus 79 años. Cada día acude a su tienda, La Veneciana, pero ya no trabaja sin cesar de lunes a domingo -el día festivo "había que ir a encender los escaparates para los paseantes"-. Rodeado de elegantes trajes de señora, recuerda aquellos tiempos y destaca sobre todo que "tuvieron una gran visión de futuro". Se refiere a los socios de la recién creada asociación y habla en tercera persona, porque dice que él era "muy jovencito" para tomar decisiones. Todos ellos acudieron "casa por casa para preguntar si apoyaban la peatonalización, ya que había un problema muy grande en la calle, un gran barullo con paseantes y vehículos en un tramo tan estrecho", tal como dice. Entre los socios fundadores, cuya entidad celebra ahora medio siglo, se encontraban Jaume Calafell, Miquel Santandreu, Llorenç Sastre, Felipe Palou, Antonio Ramonell, Miquel Frau, Román Dochao, Ramón Puigcerdós y Jaume Grimalt, además de Arbona. Este viernes el Ayuntamiento les hizo un homenaje, al que acudieron muchos descendientes que continúan regentando el negocio de sus padres o familiares cercanos.

Cuenta el propietario de La Veneciana -ahora su hijo lleva la tienda- que todos apoyaban la peatonalización, incluso Casa Bonnín, que "lo hizo por solidaridad, ya que a ellos les perjudicaba debido a que los carros no podrían transportar las almendras hasta su puerta".

Cuando llegó el momento del cambio -con el visto bueno del Ayuntamiento pero sin financiación pública-, lo primero que hicieron fue "sustituir los adoquines grises por embaldosado (para que no volviesen a circular vehículos) e instalar iluminación fluorescente". Catalina Gelabert, la actual propietaria de Calzados Tomás, recuerda que su marido, Arnau Tomás, ayudaba por las noches en la peatonalización.

También rememora los tiempos en los que el tranvía pasaba por allí y el conductor avisaba a Arnau -entonces Arnaldo- con un pitido para que saliese rápido de la tienda y subiese rumbo a Illetes para hacer la mili. En aquella época los payeses de la part forana bajaban los sábados a Ciutat para vender sus productos en el mercado de abastos y aprovechaban la jornada para comprar artículos de primera necesidad en la Vía Sindicato.

"Decíamos que aquí se podía comprar desde una aguja hasta un coche", como destaca Antònia Vicens. En su negocio, la sombrerería Casa Julià, se pueden adquirir todos los gorros y sombreros imaginables, incluso de copa, "solicitados para bodas". Sin embargo, la variedad de comercios en esta céntrica calle ha disminuido de forma notable y las tiendas de ultramarinos y los bares han sido sustituidos por numerosos negocios textiles y de calzado. Ya no están los conocidos la Granja Mallorquina, donde se reunía la peña taurina de Antoñete, y Es Passatge, bar muy recordado por Enrique Fuster: "Como no teníamos televisión, los domingos se llenaba porque en una pizarra escribían los resultados de los partidos de fútbol del Atlético de Baleares, la Soledad y los demás equipos de aquí. Los aficionados aplaudían cuando ganaba el suyo", destaca sobre aquellos tiempos.

Volviendo a la asociación, organizaban numerosas actividades y sorteos, afirma Antònia. "Había muchas meriendas, cursos de escaparatismo y hasta hacíamos sorteos de coches y viajes para los clientes. Aquello fue un boom, ya que anteriormente la gente no viajaba". Ahora que cumplen 50 años, han organizado más actividades.

La pastelería Tocho, la chocolatería que había antes de La Elegancia, el Correo de Mallorca, el antiguo Can Magraner o La Catalana son nombres que sólo están en la memoria de algunos palmesanos, aunque tiendas como Especias Crespí, Calzados Tomás, el estanco, La Veneciana y Calafell siguen dando solera a Sindicat.