Restaurantes, entre prestigio y realidad

Alberto Sánchez Vicente

La necesidad básica de alimentarse se ha convertido en una profesión a lo largo de los años. Cada día, los restaurantes se presentan con atractivos diseños y gran prestigio para sus propietarios. Incluso, la apertura de un restaurante puede revitalizar toda una zona. Sin embargo, más allá de las puertas, en la trastienda de estos establecimientos, se esconde una realidad que nos transporta a tiempos pasados.

Para todas aquellas que se aventuran buscar trabajar en los entresijos de la restauración retroceden a épocas en las que el trabajo dignificaba sin tener en cuenta las condiciones laborales. El eslogan dominante para la escasez de trabajadores parece ser «No hay profesionales». Lo que realmente escasea en los restaurantes es el reconocimiento del valor del tiempo, que en su día dignificó esta profesión.

En este país, líder mundial en turismo, se ha olvidado a menudo de los profesionales que hacen funcionar estos establecimientos. Se han llenado las nóminas y contratos de prestigio, pero no de salarios justos ni de derechos laborales. Los convenios colectivos se han vuelto meras formalidades que encienden los fogones donde se prepara la comida para los respetados clientes. Un limbo en el que Oliver Twist podría sentirse cómodo, sin notar que ya no vivimos en el siglo XIX.

Con estas líneas, pretendo poner de manifiesto la realidad de la industria de la restauración, que, a pesar de su aparente grandeza, se tambalea debido a que ha dejado de lado a los trabajadores que mantienen en pie todo el sector.