Opinión

Anacolutos

Finanzas.

Finanzas. / Gerd Altmann en Pixabay.

Hace unos días tuve la oportunidad de mantener una larga conversación con una alta ejecutiva del mundo de las finanzas, bien formada —con estudios de periodismo y marketing—, conversación en la que coincidimos en que hoy se presta poca atención a la formación gramatical de los estudiantes, no se enseña a comunicar adecuadamente, a expresarse correctamente, a escribir de forma inteligible, a redactar informes. Es decir, hoy la mayoría no sabe lo que es la sintaxis y frecuentemente incurren en lo que en gramática se llama anacoluto. ‘Anacoluto’, término de origen griego —anakolouthos— que significa ausencia de consecuencia, desorden, en desarrollo de una expresión, que no se corresponde a lo esperado, que da lugar a una oración incoherente. A veces, eso puede empeorar, cuando en una misma frase afligen al interlocutor, con palabras de alcance opuesto, ‘oxímoron’ — vocablo también procedente del griego, oxymoron—, que supone utilizar en una misma oración dos términos con significado encontrado, contradictorios y, cuya consecuencia es que el sentido literal puede resultar absurdo (hay que reconocer que los griegos lo pensaron, lo calificaron y lo definieron todo). El cambio repentino, la contradicción, la interrupción de la secuencia esperada en la construcción de la frase, conduce a la inconsistencia, a la falta de coherencia, a una ausencia de consecuencia que produce una perturbación del flujo gramatical, una no comprensión, de lo que se pretende transmitir. Tanto a ella, mi importante directiva, como a mí, a veces, nos resulta difícil entender lo que intentan comunicar... No saben, estos informantes, lo que son las reglas del lenguaje, porque no las han aprendido y porque a veces en las empresas o en la administración, no les exigen el saber de coherencia sintáctica. ¿Y con las faltas de ortografía, qué hacer?

Me preocupa también que en la enseñanza no se recomiende leer a Max Black, profesor de filosofía analítica de la Universidad de Cornell EE UU, y su libro Critical Thinking (1.946), en el que aconseja analizar, dudar, meditar, buscar, pensar, antes de afirmar sobre lo que leemos, escuchamos o vemos. Hoy más que nunca —en un entorno de altas tecnologías y redes sociales, en donde prevalecen libremente las fake news—, deberían estudiar filosofía, a los clásicos, a Sócrates y su mayéutica, a Platón y su dialéctica, o a Aristóteles y su retórica, para aprender a pensar críticamente, a desarrollar «pensamiento crítico». Hoy es imprescindible defender el regreso a las humanidades, a la historia, a la literatura, al arte y a la filosofía, puesto que en las humanidades no solo se encuentra como pensar, sino que se logra hallar un sentido a la vida.

Reconozco que a mí me interesa el significado de las palabras y la sintaxis como parte de la gramática que estudia los principios que deben regir en las oraciones, el orden de los vocablos dentro de la oración, el que se trasmita algo con un significado lógico, relacionado y reconocible. Creo que no hay excusa para no hablar o escribir bien o por lo menos de forma comprensible. Pero hoy la comunicación no va por ahí y este es un problema que seguramente se agravará con el recurso, ya presente, a las nuevas tecnologías y sobre todo a la Inteligencia Artificial, IA, en la que tanto se confía a la hora de pensar y escribir. Coincido en este punto con una escritora, Joanna Maciejeweska, creo que es polaca, sobre la que no conocía nada, pero sí he leído que, recientemente, ha dicho que a ella no le interesaba que la Inteligencia Artificial pensara o escribiera en su lugar, que lo que realmente le gustaría sería que la IA hiciese la colada y le lavase los platos, para ella poder dedicarse a pensar, escribir, a leer, escuchar música y contemplar arte.

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