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Algunas causas del sobreconsumo de medicamentos en nuestra sociedad

Ilustración: Algunas causas del sobreconsumo de medicamentos en nuestra sociedad

Ilustración: Algunas causas del sobreconsumo de medicamentos en nuestra sociedad / Ingimage

Les daré una mala noticia: el mundo tiene sentido (Harold Brodkey)

El elevado consumo de medicamentos de nuestra sociedad no es precisamente una buena noticia, pero tiene explicación y sentido.

Recientemente el profesor Joan Ramon Laporte ha puesto de manifiesto en su libro Crónica de una sociedad intoxicada que en España tres de cada diez personas toman pastillas para dormir o para la depresión; tres, omeprazol; y dos, para el colesterol. En el 2022, los médicos españoles expidieron más de mil millones de recetas. Y al mismo tiempo sufrimos una epidemia silenciosa de efectos adversos.

En las Baleares hasta 213.000 personas toman antidepresivos, ansiolíticos o ambos. Actualmente la mitad de los mayores de 65 años (unos 100.000 pacientes) toman seis o más fármacos de forma crónica y muchos de ellos (casi 50.000) más de 10 fármacos y en cuatro años la cifra de polimedicados ha crecido un 14%. Se estima que en las islas y a causa de los efectos adversos y los problemas relacionados con los medicamentos son hospitalizadas unas 7.500 personas cada año.

¿A qué se debe esta situación?

Muchos medicamentos son muy útiles para solventar determinados problemas de salud. Pero el sobreconsumo no es casual, es un negocio, es fácil imaginar cómo crece creando dependencia de productos que resuelven problemas sobredimensionados, incluso a veces inventados. La industria farmacéutica obtiene inmensas ganancias, con fármacos a precios desorbitantes y abusivos (opacos y apoyados en la vergüenza de los 20 años de duración de las patentes), ganancias que se aplican a la promoción comercial y a la difusión de la cultura consumista, dirigiendo su influencia a los ámbitos profesionales (sociedades científicas, médicos prescriptores, farmacias), sociales (asociaciones de pacientes, medios de comunicación) y a la Administración Pública con el fin de consolidar el relato de los medicamentos como panacea y única alternativa para solventar todo evento vital.

El gasto sanitario público en medicamentos es enorme, una de las partidas mayores de los recursos públicos y aumenta año tras año. En las Baleares representa casi una cuarta parte del presupuesto de Sanidad de la Comunidad, que equivale al 42% del presupuesto de Educación, multiplica por 1,7 el asignado a Protección Social y Dependencia y dobla el asignado a la Atención Primaria. Este gasto obviamente detrae recursos de otras necesidades asistenciales y de actuaciones sobre los factores comunitarios determinantes de la salud a través de programas de promoción de la salud.

Estamos asistiendo a «la medicalización» en la vida cotidiana. Es paradójico que mientras se habla del empoderamiento de los pacientes de sus procesos, la medicalización lo que hace es expropiar a las personas de su autonomía y los hace cada vez más dependientes de los fármacos. Prevaleciendo la creencia que todo problema de salud, todo desequilibrio y que toda circunstancia vital tiene un tratamiento con medicamentos y que éstos son siempre esenciales para la prevención o el mantenimiento de la salud.

La hiperutilización de los servicios sanitarios (más pruebas, más diagnósticos, más medicamentos) no tiene límite y, si es la única respuesta al envejecimiento, el crecimiento de los costes será insostenible para el sistema sanitario público y necesariamente crecerá la desigualdad.

Para evitar el sobreconsumo y para que los medicamentos útiles se empleen adecuadamente es necesaria la asunción de una nueva cultura de la salud tanto a nivel personal como a nivel colectivo y social. Se requiere una intervención efectiva de la administración, de los profesionales y de los ciudadanos. La administración debe regular de forma mucho más contundente las prácticas de la industria farmacéutica que priorizan el negocio y el sobreconsumo sobre la salud. Debe intervenir para asegurar que la difusión del conocimiento entre los profesionales sanitarios esté libre de conflictos de interés y debe promover la educación poblacional sobre el verdadero papel de los fármacos en el mantenimiento de nuestra salud.

«Si entendemos las causas y ponemos los remedios, el mundo tendrá otro sentido».