Opinión | ESCRITO SIN RED

Ramón Aguiló

A merced de un irresponsable

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / José Luis Roca

Lo que está pasando es algo parecido a lo que Gracián anunciaba: «está ya el mundo tan depravado, que los mismos remediadores de los males los causan en todo género de daños». Cómo no refugiarse en los clásicos para entender algo de lo que Sánchez está haciendo: «por no tener cosa buena en sí todo lo hallaba malo en los otros, había tomado por gusto el dar disgusto, andábase todo el día tirando peros y piedras y escondiendo la mano, sin perdonar tejado». Cómo no recordarle hablando de chapotear en el barro acusando a sus contradictores cuando él lo usa calumniando falsamente a la mujer de Feijóo sin rectificación alguna, o a Isabel Díaz Ayuso, a cuenta de su novio cuándo aun no lo era, haciendo delinquir al fiscal general revelando expedientes de la AEAT sometidos a estrictas reglas de confidencialidad, «al cabo al cabo todo hombre es barro». El que gobierna es el que está más obligado a ser civilizado pues es el que tiene todo el poder concentrado. Cuando no cumple, hace buena la sentencia de que «el que más manda, más se desmanda». Nadie más desmandado que el autócrata Sánchez.

Andaba mohíno y triste con el escándalo del caso Koldo y la corrupción en su Gobierno cuando se le sumó el de Begoña y su cátedra en la Complutense, sus recomendaciones a Barrabés y su flirteo económico con Javier Hidalgo, el del rescate de Globalia, por lo que se montó el pollo sentimentaloide y enamoradizo de los cinco días de reflexión sobre si merecía la pena seguir al timón de país tan encanallado por pseudomedios, pseudojueces y el fascismo encubierto de la derecha. Este último repiqueteado por sus voceros urbi et orbi, en otra delirante proclama: frente a la valiente socialdemocracia de Sánchez, la gran esperanza de izquierdas, se conjura el fascismo mundial: Milei, Trump, Putin, Meloni, Orban, Le Pen, los nazis alemanes de AfD, Fico y tutti quanti. En realidad, el objetivo de la tramoya no era otro que las elecciones catalanas. No le fue mal la tragicomedia político-amorosa pues se hizo con parte no despreciable de los antiguos votos de Ciudadanos, aunque no está claro si le serán suficientes para colocar a Illa al frente de la Generalitat.

El nuevo reto del gran divisor son las elecciones europeas. Para ello encomendó a Puente, su perro de presa, embestir a Milei. No le había bastado su injerencia en las elecciones argentinas apoyando al peronista Massa. Ni de abstenerse de felicitación alguna por la victoria de aquél; ni de privarle en su toma de posesión de la presencia de un miembro del gabinete. Puente hizo mención televisiva de unas supuestas prácticas alucinógenas del presidente argentino, que replicó con una alusión desafortunada a la corrupción de Begoña Gómez. Ambas elevaron la tensión entre España y Argentina, uno de los países iberoamericanos más queridos, donde más emigración y más inversión española hay, del que tantos emigrantes políticos han enraizado en nuestro país tras la dictadura de los milicos y tantos otros tras sufrir el populismo peronista. Trata de aumentar si cabe la polarización que él mismo ha creado. Escenificar una colisión entre dos fuerzas opuestas, la del bien, la de la izquierda necesaria, que encabeza él y la del mal, de Vox, el mal, el fascismo, emparedando en tierra de nadie al PP y a Feijóo, «un partido que no ha vacilado en pactar con el fascismo y un líder que alienta la división y el conflicto en Cataluña para acarrear votos en el resto de España».

El acto de Vox en Vista Alegre acompañado por Le Pen y otros dirigentes de la ultraderecha como el portugués Ventura o el israelí Chikli, por plasma Orbán y Meloni, fue exitoso. La estrella era Milei. No defraudó a los asistentes. No tanto por su discurso libertario contra el «socialismo criminal», como por su equivocada alusión a Sánchez y Begoña, sin nombrarla. En efecto, la mujer de Sánchez no tiene causas abiertas ni está encausada por delitos de corrupción, simplemente hay unas diligencias que pueden cerrarse sin ninguna imputación, con lo que todo el asunto puede que concluya sin que pueda formularse otra cosa que un reproche ético y estético. Es inadecuado tachar a Milei de fascista o de ultraderecha populista. Tampoco parece que la definición de anarco capitalista ni de derechista populista le acaben de cuadrar cuando impulsa la aplicación de severos recortes presupuestarios para rebajar la inflación creada por el peronismo clientelar y corrupto que apoya Sánchez. Nada que ver con los presupuestos de la extrema derecha europea y la de Vox, estatalistas, que poco tienen que ver con su defensa del liberalismo. Lo seguro es su condición de excéntrico incontrolable y libertario dogmático. Pero ya sabemos que para el populismo izquierdista todos sus adversarios o son fascistas o neoliberales populistas, la misma basura.

Ha sido una perita en dulce para Sánchez para remontar posiciones frente al PP. Así ha construido en el pasado una pinza con Vox que limita seriamente las posibilidades de Feijóo de alcanzar la presidencia del Gobierno. Ya en 2019 reclamaba la presencia de Vox en los debates electorales a la que no tenía derecho. Es una alianza implícita entre la izquierda peronista de Sánchez, la extrema izquierda y la extrema derecha de Vox en la que Abascal se mece para derrotar a la «derechita cobarde» de Feijóo. Le ha permitido además la sobreactuación de retirar la embajadora en Buenos Aires argumentando con arqueo victimista de cejas el ataque a las instituciones españolas, como si su mujer fuera una institución del Estado. Lo que no hizo con López Obrador ni con Gustavo Petro, izquierdistas que sí ofendieron a España; ni con Marruecos ni Argelia. Pero con esto no le bastaba y ha impulsado el reconocimiento del Estado de Palestina para el 28 de mayo, al margen de EEUU y sus principales socios europeos, Inglaterra y Alemania, para júbilo de los terroristas de Hamás.

No me gustan ni el PP ni Feijóo, pero son la única esperanza civilizada para poder sobrevivir con una cierta dignidad en un país sobre el que penden, mortíferas, las amenazas autocráticas, populistas y antiliberales que representa este irresponsable sin escrúpulos que nos gobierna.

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