Opinión | LIMÓN & VINAGRE

Ione Belarra: Defensora de la audiencia

Ione Belarra, durante la presentación del programa de Podemos a las elecciones europeas.

Ione Belarra, durante la presentación del programa de Podemos a las elecciones europeas. / Gustavo Valiente / Europa Press

Con Irene Montero de poli mala, parecía la buena. Es la más radical. Ione Belarra, la mujer más atenta a las ofertas de Mercadona de España, es partidaria de juzgar a la gente por lo que tiene. Ahora quiere (además de que la entrevisten) que los presentadores y periodistas más importantes o notorios de España, como Ferreras o Ana Rosa, publiquen su patrimonio para que así sepamos, según ella, a qué intereses obedecen.

A mí la verdad, de las cosas que más me gustan de Ana Rosa es apagar la tele. De Ferreras ya sé que fue jefe de prensa del Madrid y que le gusta comer con Inda, lo cual no me lo hace ni mejor ni peor a mis ojos. Tendría que pensar un rato en él para saber qué pienso. Cuando lo veo me entretiene y sus contertulios son lo suficientemente variados como para que pueda prolongar un ratito, no mucho, el impulso de abrir un libro.

Creo que Belarra quiere incluir en todo esto también a Pablo Motos, España está dividida, también, entre motistas y detractores del amigo de Juan del Val. Todas estas opiniones que emito pueden ser la contraria si el día viene de otra manera. No acabará con ellos Ione Belarra. Si acaso, la audiencia.

Es casi una ley física con enunciado lógico: todo gobernante que propone una medida, ley o norma relacionada con los medios de comunicación, está en realidad tendiendo peligrosamente hacia la censura. Ahora Podemos presiona a Sánchez para establecer una norma con la que señalar a directores y presentadores de medios. Dicen que eso contribuirá a combatir los bulos.

Es un bulo que a Ione Belarra le preocupe la desinformación. Más bien quiere acallar críticas y bocas, por mucho, que, ciertamente, la emisión de asquerosa basura por parte de libelos digitales amparados en su mayor parte por la Comunidad de Madrid sea de enormes proporciones. Esos medios irradian polución periodística, y crispación, al resto de España. Como si en provincias no tuvieran bastante con las emisiones de su propio mal periodismo tienen que respirar también el que viene del hervidero de la M30, donde pareciera —lo desmiento desde ya— que ya solo hay panfletos, apartamentos turísticos, cañas, paseantes de la Gran Vía y un sindicato clandestino de ex que no quieren encontrarse con nadie.

Podemos aprovecha el cabreo de Sánchez con el periodismo, con un cierto periodismo, también con el que legítimamente investiga y le saca los colores, para intentar controlar a los medios. Incluso a los privados. Sin entender que lo que una empresa privada quiera pagar a un periodista no puede ni debe ser intervenido por el poder. Belarra es de las que aún cree que incluso tratándose de medios de comunicación privados, el periodismo tiene una función social. Eso la retrata como anacrónica o como idealista. No como ilusa, si lo fuera no tendría esas tentaciones.

Ione Belarra, 36 años, madre de dos hijos, psicóloga, pamplonica, es diputada al Congreso y fue secretaria de Estado y luego ministra de Asuntos Sociales. Ya ha vivido una vida con la edad en la que otros anidan en la adolescencia. Su imagen queda fijada en el día en el que, en su escaño, junto a Irene Montero, veía cómo la presencia de Podemos en el Gobierno, de ella y de Irene, se iba al garete. Nos sigue encandilando a veces precisamente por su candidez idealista, pero aunque a la gente se le conoce por sus hechos, sus intenciones también cuentan.

Ministra de la Verdad

Nos ha salido un poco redactora jefa o guardiana de la verdad. De su verdad. Su propósito se vehicula con una proposición no de ley para «democratizar los medios» (ahora es cuando hay que echarse a temblar). Y establecer que eléctricas, bancos y fondos de inversión no puedan poseer más del 10% de un medio de comunicación. La ley tendría además un «régimen sancionador» para reparar el «daño causado» por la difusión de bulos.

Suponemos que ella se ofrece para dirigir el Ministerio de la Verdad y establecer qué es mentira y qué no, de qué se puede informar y qué es bulo y qué no. Se convertiría en una bulócrata. Van camino de legión los teóricos de la información y el periodismo. Lo cual, más que noticia, es una preocupación.

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