Opinión | TRIBUNA

No hay turismo sostenible sin sanidad pública sostenible y solvente

Admitámoslo. Hoy el turismo que hemos construido se ha vuelto insostenible. Es decir, ha superado nuestros límites y nuestra capacidad para adaptarnos a casi 18 millones de personas que nos visitan. Vamos a morir de éxito o mejor dicho a este paso más dura será la caída, porque la hipersaturación y congestión humana es estresante y más que aumentar la serotonina, diva de la serenidad, eleva el cortisol tóxico que nos pone irritables y nos genera una hiperactividad que endurece nuestro corazón y nos vuelve mucho menos empáticos. Vamos a morir por no saber gestionar el éxito y eso es nuestra responsabilidad cívica y política. Vivimos la temporada alta turística en continua alerta. Ni se relajan los turistas ni nos relajamos los que aquí vivimos. Es decir, negocio perfecto. Hay que ser pardales para no poner límites. Límites para cuidarnos. Hemos generado un turismo que nos ha convertido en pioneros en un fenómeno traumático y estigmatizante, como es el balconing, que nos aporta una fama que sin duda nos la hemos ganado a pulso. En Ibiza los médicos de guardia de Can Misses ven urgencias con tóxicos que no aparecen ni en los libros de medicina más actuales. En fin, todos sabemos, aunque nos cueste aceptarlo los seres humanos, todos, somos muy sensibles al contexto. El problema es que el intenso distrés (estrés malo) de la temporada alta nos hipoteca tanto emocionalmente que no podemos pasar al estado stanby y desactivarlo durante la temporada baja, de forma que no nos hemos recuperado cuando vuelve la saturación turística. Es decir, en lenguaje médico estamos acumulando carga alostática sin que podamos recuperar la homeostasis, lo que nos hace más vulnerables a la patología psicosomática por un deterioro de nuestra inmunidad, nos genera desregulación emocional y somos menos prosociales. En cristiano, nos ponemos en modo empreñamiento continuo. Por eso el eslogan de la isla de la calma es una falacia, que no se la cree ni el tato. Y algo de responsabilidad tenemos todos, para lo bueno y lo malo del turismo que hemos construido. Nadie duda y menos tras la pandemia que el turismo supone muchos beneficios. Pero todo el mundo sabe que la saturación supone cada vez más perjuicios. "A veces aceptamos las condiciones más degradantes respecto de los valores y la dignidad si ello nos brinda estabilidad. La servidumbre voluntaria es en muchos casos una ambición y no un castigo", como sostiene el prestigioso médico humanista argentino D. Flichttentrei. Pero el debate debe de hacerse desde la prudencia y la racionalidad, puesto que el turismo ha sido y es el gran motor económico de estas islas. Pero bueno, me estoy desviando de la cuestión enunciada en el titular. Los turistas eligen nuestras islas por muchos factores: excelencia turística, cultura, comida, playas, sol, por el cielo … y también por la seguridad y la sanidad. No hay turismo sostenible sin una sanidad pública sostenible o mejor dicho sustentable y lo mismo puede decirse de la seguridad donde el déficit de fuerzas de seguridad del estado lleva acarreado el aumento de la criminalidad. Estamos unidos en la plataforma UNISEP, plataforma intersindical como las pilas de Duracell, con la que llevamos tres años exigiendo una indemnización de residencia, - bloqueada desde el 2007-, equiparable a Ceuta y Melilla, - que permita que la equidad y la calidad de los servicios públicos. Necesitamos captar y fidelizar profesionales. El argumento es muy sencillo, los turistas que nos visitan consumen muchos recursos sanitarios. El año pasado más de 17 millones de turistas y 153 millones de recaudación de la ecotasa. No nos cansaremos de repetir debemos captar médicos y eso conlleva la búsqueda de una financiación extra y por eso proponemos que una variante de la ecotasa turística sea una ecotasa sanitaria. ¿Porque no repartir entre las tres islas una parte económica, para sostener la sanidad y más en verano que está sobrepasada y que necesita más médicos? Este verano no hay refuerzos extras en AP y hablo de médicos, que es lo que necesitamos. ¿Quién creen que pagaran las consecuencias? Fácil: los pacientes, es decir los que vivimos aquí y los médicos que tendrán que dar respuesta, un verano más a una gran demanda y sobrecarga asistencial. ¿Por qué no les preguntan a los 1.200.000 ciudadanos sobre esta cuestión? Abramos este debate. Necesitamos entre 800-850 médicos, esa es la realidad y como dice un afamado y líder médico español, el padre del mejor sistema de donación de órganos mundial, el Dr. Matesanz, "el corolario de toda esta situación está muy claro, aunque nuestros políticos no sean conscientes o no lo quieran ver: solo unas condiciones laborales dignas y desde luego mucho mejores que las actuales para nuestros profesionales sanitarios, con especial hincapié en los más deficitarios y zonas de difícil cobertura podrá frenar la sangría actual y sentar las bases de una solución del problema a medio y largo plazo. Lo demás son solo parches". Sostenibilidad medio ambiental por supuesto, pero sostenibilidad y solvencia sanitaria también. Ya saben en derrota transitoria pero nunca en doma.