Opinión | PENSAMIENTOS

El nombre de los tontos

Siempre que veo un grafiti me acuerdo del aforismo «el nombre de los tontos por todas partes aparece. Las ruinas de Pompeya nos demuestran que ensuciar las paredes no es cosa de ahora: hace casi dos mil años ya existían los gamberros.

Entre los vestigios de la ciudad sepultada por la lava del volcán Vesubio han aparecido centenares de inscripciones. Los mensajes son de todo tipo: reclamos electorales; anuncios oficiales; publicidad comercial; historias de amor y rencillas vecinales. Esas frases han permitido reconstruir la vida diaria de la devastada urbe y conocer mejor la sociedad romana.

La diferencia es que en los tiempos actuales existen los medios de comunicación; las redes sociales; los libros; las exposiciones; los conciertos; los mítines; las conferencias; el teatro; el cine… Todo ello permite una libertad de expresión casi ilimitada. Cualquiera, con apenas un teléfono móvil, puede hacer llegar sus ideas, ocurrencias o creaciones a millones de personas.

Pero hay algunos que prefieren otros caminos más prosaicos para comunicarse o autorrealizarse. No sé si existe un perfil del grafitero, pero intuyo que son personas muy jóvenes, quizás menores de edad. Les gusta dejar su huella en la ciudad, marcar territorio.

Quizás les mueva un afán creativo; probablemente sueñen con convertirse en un Banksy, o en cualquier otro de los diez dibujantes callejeros más famosos del universo. Sería más conveniente para ellos, y para la sociedad, que volcaran sus inquietudes en alguna academia o escuela de Bellas Artes.

Los murales clandestinos no tienen, por regla general, calidad alguna. Es una lástima. Ellos no lo ven así e insisten.

Palma es una población maltratada por las pintadas. El Ayuntamiento ha decidido emprender una cruzada contra los grafiteros que ensucian la ciudad, provocan importantes daños materiales, deterioran edificios de gran valor patrimonial y contaminan el paisaje. Cort ha decidido incrementar las multas por pintadas de 300 a 3.000 euros y utilizar drones y cámaras de vigilancia para poner coto a los desmanes.

Emaya también dispone de un servicio económico para ayudar a los particulares a eliminar grafitis. Sin embargo, esta solución no es integral porque está limitada a unos pocos supuestos y excluye muchísimos más.

En muchos casos se producen reincidencias. Superficies adecentadas vuelven a ser emborronadas. Es el juego del gato y el ratón.

La plaga se ha extendido a playas, montañas, y otras áreas naturales de Mallorca. Recientemente el hito geodésico de la cima del Galatzó fue pintarrajeado. El descerebrado «artista» dejó allí su firma.

¿Se sentirá orgullosa esta persona? ¿Por qué lo habrá hecho? Seguro que inmortalizó en un vídeo su «hazaña».

Borrar esas mamarrachadas es más complicado y costoso que si los daños son en áreas urbanas. También surgen dudas sobre qué institución debe hacerse cargo de reparar el desmán. Al final pagamos los contribuyentes por el incivismo y suciedad ajenos.

La represión de estas conductas resulta imprescindible, aunque tampoco es una panacea.

La solución pasaría por incrementar la buena educación y el civismo entre la población, especialmente entre la juventud. Es tarea de profesores, familias, medios de comunicación y sociedad en general mejorar la convivencia.

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