Opinión | TRIBUNA

Del hartazgo al convencimiento

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / EP

Contra el discurso oficial de la derecha y de todo el elenco político, tertulianos incluidos, soy de la opinión que la reflexión del presidente de gobierno fue fruto del hartazgo. Me extrañaría que ninguno de los políticos de primera y segunda línea, y de observadores y analistas del día a día, no hubieran experimentado más de una vez la necesidad de parar la espiral de saturación, y hacer un alto.

Las opiniones más benévolas sobre la reflexión del presidente expresan que no habría sido la mejor manera para darse un respiro, que tener al país el vilo durante cinco días. Para la oposición política, y tertuliana en bloque, todo obedeció a una estrategia del presidente; necesitado de darse un baño de masas, de los suyos. Teniendo como modelo los plantes de Felipe González cuando dimitió como secretario general del PSOE y forzando un congreso extraordinario, ese en el que se abandonó el marxismo, para ser aclamado sin fisuras; o cuando el referéndum sobre la permanencia en la OTAN, que nos había metido sabiamente Calvo Sotelo; el presidente González dejó claro que no podría seguir en la presidencia si no salía el sí. Lo ganó con el 54 por ciento de síes.

En todo caso, para unos y otros, lo relevante es que la presidencia no se ha movido. Para los que creemos que el gobierno de coalición tiene mucho que aportar para la evolución política del País, hemos visto validado a Pedro Sánchez y a su lectura de España como nación integrada de otras naciones, o nacionalidades como expresa la constitución. Para la derecha, la falsa renuncia o desafío, como también se valoró en su momento por UCD y Alianza Popular, fue una maniobra para reforzar su posición política en momentos de dudas internas. Cuando la renuncia de 1979, el PSOE acababa de perder las primeras elecciones tras la aprobación de la Constitución y, en 1986, finalizando la primera legislatura socialista, habíamos entrada en la Europa comunitaria, el 1 de enero de 1986, y había que resolver el tema de la OTAN, para tranquilidad europea ante las veleidades tercermundistas de Adolfo Suárez y, por compromiso electoral, antes de las elecciones que fueron el 22 de junio.

La irritabilidad que produce Pedro Sánchez en la derecha y en sus contrarios electorales está en su capacidad para caer de pie, como he oído o leído en algún artículo. Y es así que el personaje tiene la habilidad de la resiliencia y la inteligencia de saber interpretar las claves para salir de los escape room que se le presentan que, a toro pasado, parecen diseñados a su medida. A Sánchez, tampoco se le perdona su talento y encanto personal, para moverse por Europa con soltura, su juventud y su capacidad de empatía. Al personaje se le envidia y muchos partidos se pelearían por su perfil.

Si non è vero è ben trovato, dice el aforismo, expresa que si algo no es verdad pero parece que podría serlo, esa verosimilitud produce efectos como si realmente fuera verdad. Por lo que es habilidad del presidente verbalizar y convertir el motivo de su reflexión en propósito y divisa política: la regeneración de la convivencia, empezando por las buenas maneras y continuando, a mi modo de ver, con una pautada y decidida modernización y democratización de las instituciones que definen la calidad democrática.

Y, por supuesto, todo este enredo de bloques lo padecemos porque sufrimos una ley electoral que prima a las provincias menos pobladas. Que favorece a las derechas desde que el aznarismo ha sabido, sabiduría de la tecnología electoral de matriz americana, mezclar asuntos tengan o no que ver con los intereses del País.

El sistema electoral es antidemocrático. Primero porque fue aprobado por el gobierno de Adolfo Suárez, no elegido democráticamente sino por las instituciones de la dictadura, en enero de 1977, antes de las primeras elecciones democráticas y de la Constitución. No tiene legitimidad para seguir rigiendo la actividad política.

De otro lado, tampoco tiene legitimidad democrática por ser un sistema electoral que favorece a unos votantes sobre otros, incumpliendo el precepto de que todos los españoles son iguales ante la ley, por cuento el voto de un elector de provincias poco pobladas puede valer hasta 3 o 5 veces más, dependiendo de la votación al Congreso o al Senado, que otro de provincias como Madrid o Barcelona.

En suma, la primera regeneración estaría en cambiar el sistema electoral porque ahí está el vicio de origen que nos ha traído esta polarización, política más que ideológica. Dándose la paradoja de que España, que sondeo tras sondeo según todas las encuestas del CIS, se sitúa ideológicamente en el centro izquierda, resulta que, si no fuera por los nacionalismos de derecha, estaría gobernado por la derecha dura y la ultraderecha.