Opinión | EN AQUEL TIEMPO

Mirar de frente

 “Hay que preparar a los niños a encajar golpes, no a esquivarlos”, decía hace pocos días Jero García en entrevista publicada en El País. Al mismo tiempo que informaba el rotativo de PRISA que Juan Luis Cebrián era destituido como Presidente de Honor de El País, por faltar a sus obligaciones contractuales. Tras la expulsión de Savater, se toma esta medida del todo punto esperada tras los recientes textos del histórico periodista, uno de los emblemas de la Transición. Dos noticias que merecen una reflexión conjunta.

Uno tiene la sensación, en los últimos cuatro años, de que Occidente, y todavía más España, organiza “festivales políticos” de todo tipo para intentar evitar mirar de cara/de frente su propia realidad contextual. Una de sus grandes creaciones, la OTAN, pende de un solo hilo, y no es precisamente Putin: la posibilidad de que el alocado y absolutamente decidido Trump alcance la Presidencia norteamericana, llevaría la OTAN a una situación angustiosa, de graves incidencias en esa guerra en Ucrania, que Rusia no está dispuesta a perder, mientras el país agredido está siendo destrozado “por zonas”. Reuniones. Discusiones. Desencuentros. Y España en un segundo plano, mientras los rusos interfieren en nuestra vida sociopolítica descaradamente. Europa, al cabo, opta por un rearme importante, que encuentra su punta del iceberg en las medidas alemanas, entre otras, tal vez, la recuperación del servicio militar obligatorio. Pero uno se pregunta si todas estas medidas ayudan a “encajar golpes” o por el contrario “a esquivarlos” en palabras del interesante Jero García. Mientras tanto, Rusia y China se están apoderando de África, tras la huída definitiva de Francia. Un detalle relevante al que apenas hemos dado importancia.

Desde otro ángulo, nuestro Presidente, cuyos desplazamientos nos están creando una estrategia internacional casi al margen de una UE que nos mira interrogante, nuestro Presidente vuelve a utilizar el fantasma de la ultraderecha, y lo hace desde los restos de los fusilados por el franquismo, en una visita perfectamente alzada por su Gabinete de Comunicación. Pero también nuestro Presidente, en lugar de encajar los golpes de una ultraderecha creciente en Europa, se limita a esquivarlos con medidas como la de Cuelgamuros. Las cosas pueden hacerse bien, regular o sencillamente mal, las tres posibilidades estaban en manos del Presidente, pero ha optado por la forma más espectacular y agresiva de implementar una resolución que ya estaba tomada de antemano. Está muy bien que los familiares de los represaliados visiten a sus seres queridos, pero convertir esta plausible medida en un espectáculo presidencial, no es de recibo. El Presidente lleva años sin saber encajar golpes, y ha decidido esquivarlos buscando, en cada caso, una medida para solamente esquivarlos. También él pone en la calle a su Savater de turno y excluye a sus honorarios del proyecto común. Pero solamente consigue empeorar su propia situación: el personal cada vez más está dejando de confiar en él y en su proyecto de estado, para inclinarse por horizontes más conservadores y, en ocasiones, más allá de la derecha centrada. Hay que mirar de frente, Presidente, y no proponer amnistías para salir del paso, que, en todo caso, acabarán en un Referéndum de Independencia. Y Ud. lo sabe muy bien.

Y en tercer lugar, hemos de mirar de frente el paroxismo en el que vivimos los españoles por obra y gracia de muchos de nuestros políticos… y políticas. Estar sometidos a una permanente invitación a la discrepancia sin conatos de entendimiento, conmueve nuestra sociedad y la convierte en un “campo de Agramante” a la vez que en tiempo de escepticismo y casi odio. Ya no miramos de frente nada de nada, porque nos limitamos a mirar con anteojeras. Y así entretejemos una urdimbre moral fundada en la sospecha y en la injuria. Pongamos un ejemplo lacerante: ¿es imposible conjugar la “concordia” con la “memoria”, en lugar de atenernos al insulto y descalificación del otro, sin miramiento alguno? Nuestros muertos, tanto y tantas, deben de mirarnos con fundado menosprecio. Insisto, ¿es imposible?

No se trata de expulsar a los disidentes, ni de esquivar los problemas objetivos. Se trata de ser capaces de encajarlos, sobre todo cuando nosotros mismos los hemos provocado. Sin buscar subterfugios inútiles y, a la media, dañinos para el cuerpo social europeo y español. Una situación conflictiva como la nuestra, con guerras por en medio, acabará en manos de los más audaces. Es decir, de los que impongan una justicia desde los valores humanos. Si nos olvidamos de tales valores, nuestra occidentalidad estaría acabada. Da que pensar.

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