Opinión | AL AZAR

Bildu es el partido de moda

Oskar Matute.

Oskar Matute. / EFE

El análisis político consiste en enmascarar lo que piensa el analista, una disciplina desdentada bajo la coartada de la imparcialidad. Su audacia intelectual solo se desata una vez celebradas las elecciones, cuando ya es innecesaria. Además, los politólogos confunden a los votantes con robots, y en su delirio presuponen que pueden manipularlos. La desordenada realidad frustra los proyectos de laboratorio y, desde que la infidelidad define al mapa electoral, los ciudadanos se movilizan a favor de las siglas más atractivas por factores caprichosos. Por ejemplo, el partido de moda ahora mismo se llama Bildu.

Al igual que sucede con la vestimenta, el votante busca opciones rupturistas pero no irreconciliables con la capacidad de gestión. Mientras los analistas intentan cargarle a Bildu los crímenes de ETA a derechas o justificar su redención a izquierdas, la formación radical seduce a uno de cada tres votantes vascos por argumentos ajenos a la política o la estadística. En el debate polifónico previo a las generales del 23J, un impasible Oskar Matute se convirtió en el Gary Cooper inconfesable del tablero. Su formación juega hoy en campo propio, y ha logrado una capacidad de fascinación incompatible con sus orígenes, trayectoria y propósitos.

Bildu acaba de recibir el beso de la muerte del CIS de Tezanos, que lograría derrotar hasta a Putin anunciando su victoria. Lo lógico es que la efervescencia de los herederos de Batasuna sea insuficiente, tal que ya ocurriera con el BNG en las gallegas de febrero, pero se ha convertido en el partido de moda para irritación de los analistas y sobre todo de los moralistas políticos. En los últimos tiempos, el atractivo irracional ha contagiado a Podemos con Pablo Iglesias y a Ciudadanos de Albert Rivera, ambos se creyeron más poderosos que sus progenitores. Sin embargo, también fueron candidatos imbatibles à la page el González de las mayorías absolutas de los ochenta o el Aznar hegemónico del 2000. Son estados de gracia hondos pero pasajeros, los puntos de fuga en que los votantes se olvidan de la política y deciden votarse a sí mismos a través de partidos con ángel. Bildu, ahora mismo.

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