Opinión

Koldo demuestra que un asesor es fundamental

El adjunto de Ábalos no desacredita a los consejeros áulicos, sino que confirma su relevancia, que se advierte con exactitud y dolor cuando incumplen su misión de proximidad

José Luis Ábalos y Koldo García Izaguirre.

José Luis Ábalos y Koldo García Izaguirre. / EFE

Las reivindicaciones llegan por los vericuetos más inesperados. Por ejemplo, en Koldo García compiten el presunto delincuente con el personaje desaconsejable para afrontar en equipo una empresa de calidad. Sin embargo, el intermediario socialista acaba de demostrar que los asesores son fundamentales para guiar a los teóricos poderosos. La trama de la venta de mascarillas a comisión se ha utilizado para desacreditar a la figura insustituible de quienes gozan de los ojos y los oídos de los gobernantes, con la excusa de que son meros lacayos del partido. Al contrario, la equivocación en la elección no desacredita a la institución de los consejeros áulicos.

El adjunto de José Luis Ábalos tenía intuiciones sobre el funcionamiento del asesor. Koldo se ubicaba en un despacho adjunto al ministro, al igual que Jacques Attali se emplazaba en la antecámara de François Mitterrand, para controlar el flujo de visitantes presidenciales. Y aquí se agotan las comparaciones, porque el intelectual francés inundó al presidente socialista de ideas que definieron sus catorce años en el poder, en tanto que el aizkolari podrá presumir un día de haber hundido un gabinete del PSOE en solitario.

El desprecio generalizado a los asesores en España emparenta con la envidia suscitada por la cercanía al poder. Pese a ello, el papel clave jugado por los consejeros áulicos se aprecia con exactitud y dolor cuando incumplen su exigencia de veracidad. Koldo se hizo millonario porque logró arrastrar a las administraciones socialistas a su locura enmascarada, ascendió de asesor a asesorado. Sabino Fernández Campo es desalojado en cambio de la Zarzuela por cantarle las verdades a Juan Carlos I. El militar que salvó a España sabía que su papel incómodo no solo iba a costarle el cargo, sino que debía costarle el cargo. En la versión actualizada, Dominic Cummings fabrica el neoconservadurismo británico como director del Brexit, la campaña mentirosa más brillante desde las maquinaciones de Churchill en la Segunda Guerra Mundial, pero el sociópata también es despachado por quienes le debían el triunfo.

El hundimiento de Ábalos es tan estruendoso que solo podía provocarlo un asesor íntimo, véase de nuevo la importancia del cargo. Del mismo modo, solo un consejero con vocación suicida podía enfrentarse a una Isabel Díaz Ayuso cegada por sus sentimientos, para anunciarle que el Maserati de su novio era una autopista a la catástrofe. Koldo no se extralimitó en sus funciones, las incumplió de modo flagrante. Por no hablar de la dejación culpable de los otros consejero de Fomento y del PSOE, obligados a denunciar al presunto delincuente para forzar su salida.

La intimidad de que goza el asesor debe racionarse con intervenciones directas y breves. El poderoso puede encariñarse con su subordinado, una conducta habitual por la soledad en la cumbre, pero nunca a la inversa. Steve Bannon, figura clave en el auge de una ultraderecha homogeneizada en todo el mundo, constituye un ejemplo de esta conducta con visos suicidas. Al conocer a Donald Trump, el consultor que viste tres camisas superpuestas le anuncia abruptamente en 2016 que «si las elecciones son sobre Hillary Clinton, tú ganas. Si son sobre ti, tú pierdes». Esta fórmula decidió la identidad del ocupante de la Casa Blanca, es superfluo añadir quién fue despedido medio año después de la toma de posesión, porque un buen asesor nunca verá la tierra prometida.

Contratar a un mal fontanero no debería implicar la supresión de los desatascadores de cañerías. Y no es casualidad que las asesorías sean equiparadas a menudo con las desagradecidas labores de fontanería. El estratega más brillante de la edad contemporánea en la izquierda sigue siendo Alastair Campbell, el fabricante de Tony Blair. Su indudable talento intelectual se concilia con intervenciones directas que no excluyen la fuerza física, vean la centrifugadora de In the loop. Verbigracia, agarrar por las solapas al ministro de Sanidad en el aeropuerto de Heathrow, para que decida entre una esposa y una amante antes de que la prensa amarilla hunda al Gobierno laborista. ¿No añoran Ayuso y Sánchez en estos momentos a un consejero musculado, capaz de pasar a la acción?

John Kennedy redefinió a los asesores en su actual configuración, con personalidades de la talla de Theodore Sorensen o Arthur Schlesinger. Tres décadas después, Hillary Clinton fue la primera esposa que se convierte en la artífice inmediata de la presidencia de su marido, con bofetada conyugal incluida tras el escándalo de Monica Lewinski. Y el mejor antídoto contra la frustración que genera Koldo es leer a Giuliano da Empoli, asesor de Matteo Renzi, en El mago del Kremlin, sobre el asesor de Putin.

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