Opinión | PENSAMIENTOS

«Si vis pacem»

Si queremos preservar nuestro modo de vida, nuestras libertades, no tenemos otro remedio que invertir en tanques, drones, misiles, buques y cazas

El presidente ruso, Vladímir Putin

El presidente ruso, Vladímir Putin / AP

En la infinitud del universo la tierra es un granito de arena, aunque nos creamos los reyes de la creación. En un mundo feliz la humanidad tendría que ser solidaria y caminar al unísono en busca de un futuro mejor. No sucede así: la guerra, la violencia, el racismo y el egoísmo marcan el devenir de nuestra raza desde que existen las tribus.

Los tiempos actuales recuerdan mucho al período de entreguerras. En los años 20 del siglo pasado muchos bailaban, despreocupados, el charlestón, mientras se incubaba un conflicto de magnitud universal y consecuencias catastróficas. Ahora nos reímos con los memes y nos anestesiamos con el fútbol, pero el peligro está ahí.

Existe una lista muy larga de políticos, gobernantes y tiranos que suponen una clara amenaza para sus vecinos más próximos y para la paz mundial. Vladímir Putin, Kim Jong-Un, Ali Jamenei, Xi Jinping encabezan este ranking siniestro.

Pero hay otros poderosos no menos nocivos: Donald Trump, Nicolás Maduro, Benjamín Netanyahu, Yahya Sinwar, Mohamed bin Salmán, Bashar al Ásad

Todos tienen en común el desprecio por los derechos humanos y el empleo de la violencia institucional para machacar a inocentes. Lo hacen por mantenerse en el poder. Las excusas son muy parecidas: disputas territoriales, defensa propia, desavenencias económicas y diferencias religiosas.

Cualquier motivo sirve para justificar invasiones, bombardeos indiscriminados, genocidios o crímenes de estado contra un opositor o discrepante. Se fabrica un «enemigo» exterior o interior. Licencia para matar.

Esta coyuntura obliga a las naciones y pueblos víctimas de las políticas agresivas a rearmarse. «Si vis pacem, para bellum» («si quieres la paz, prepara la guerra»), reza una máxima latina escrita en el siglo IV después de Cristo. Poco han cambiado las cosas desde entonces.

La Unión Europea y, por supuesto España, se ven forzadas a incrementar considerablemente su gasto en defensa. Si queremos preservar nuestro modo de vida, nuestras libertades, no tenemos otro remedio que invertir en tanques, drones, misiles, buques y cazas.

La otra cara de la moneda es que habrá menos fondos para la sanidad, las políticas agrarias, los desfavorecidos, o la enseñanza.

La guerra de Ucrania está dejando los polvorines europeos bajo mínimos por las donaciones que se están haciendo al país invadido por Rusia. Urge reponer estos arsenales, pero la industria bélica no da abasto. Hoy por hoy estamos bajo mínimos.

Los conflictos del siglo XXI revelan también la importancia de los satélites para facilitar las comunicaciones y los movimientos de las tropas. La infantería y la caballería siguen siendo imprescindibles, pero están supeditadas a la artillería de larga distancia y los drones.

Los misiles, por otro lado, son necesarios para atacar las bases del enemigo y destruir objetivos civiles y militares. Aviación, Armada…Los gastos son enormes.

Los agresores también acechan socavando los sistemas informáticos de las víctimas. Se requieren, en consecuencia, escudos contra los ciberataques y redes alternativas.

Nuestro país también corre un severo riesgo por su vecindad con Marruecos. Mantener la españolidad de Ceuta y Melilla nos está costando un ojo de la cara. Disminuir la inmigración ilegal procedente de África es otro gasto multimillonario. Pintan bastos.

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