Koldo da la bienvenida «al fascinante mundo del covid»

La trama lucrativa en el entorno de Ábalos ha envenenado al PSOE transformando una tragedia en una aventura corrupta

José Luis Ábalos y Koldo García Izaguirre

José Luis Ábalos y Koldo García Izaguirre / EFE

Matías Vallés

Matías Vallés

En abril de 2020, la trama del entonces desconocido Koldo García buscaba desesperadamente suministradores de mascarillas, tras haber olfateado en la pandemia un negocio millonario al calor del ministerio de José Luis Ábalos. La cuenta de correo de Víctor de Aldama, consejero delegado del tinglado bajo investigación que cabalga un Ferrari, recibe el mensaje optimista de un posible suministrador:

«Un placer conocerte. A ver si encontramos un punto de colaboración en el fascinante mundo del Covid 19».

Aquel 8 de abril, el Gobierno de Pedro Sánchez admitía más de quince mil muertos por el coronavirus, pero los cadáveres no deben estorbar una gran oportunidad de negocio. Koldo capitanea la percepción social del escándalo de los aventureros porque es feo, católico y seguramente sentimental. Sobre todo, porque las cinco letras de su nombre facilitan la titulación en prensa y la retención de su nombre. El mail citado permite calificar al asesor íntimo del ministro como el maestro de ceremonias circense que da la bienvenida «al fascinante mundo del covid», un virus que puede ser masculino como Ábalos o femenino como Francina Armengol.

La Audiencia Nacional investiga a los responsables de la sociedad Soluciones de Gestión, acusados de transformar una pandemia devastadora en el robo del siglo. Los codiciosos visionarios en el entorno de Ábalos, el hombre que no quería saber demasiado, han envenenado al PSOE con su aventura corrupta. El tinglado adquiere los perfiles de una venganza shakespeariana, al recordar que la denuncia inicial ante la fiscalía Anticorrupción surge de Isabel Díaz Ayuso, y más concretamente del grupo parlamentario del PP en la Asamblea de Madrid. Por si Sánchez necesitaba más fruta.

Todo español o es un pícaro o tiene a un pícaro al lado. Harían bien en recordar el consejo de Hugh McCulloch, el financiero que fue secretario del Tesoro estadounidense en el siglo XIX, «nunca hagas tratos con un bribón bajo la expectativa de que puedes evitar que te engañe». Los golfos son más atractivos que los burócratas, pero acaban devorando a su presa. Warren Buffett, el inversor más rico del mundo, recordaba la semana pasada ese consejo en su carta anual a los accionistas de su legendario fondo Berkshire Hathaway. Incidía en que «muchos banqueros que pensaron que podían ‘gestionar’ el problema del bribón han comprobado la sabiduría de McCulloch. Y yo también».

La psicología es más atractiva que la economía, entre las falsas ciencias. De ahí que la pregunta más repetida sea cómo pudo caer Ábalos en manos de un Koldo cualquiera. De nuevo, Buffett ahorra el esfuerzo de suscribir una respuesta original. «No es tan fácil leer a las personas, la sinceridad y la empatía pueden ser falsificadas fácilmente, lo cual es tan cierto ahora como en el siglo XIX». La conclusión es clara, el PSOE no ha aprendido de la historia, de su propia historia. Cuando hoy se emparenta al chófer del exministro exsocialista con Luis Roldán, el parecido razonable va más allá del aspecto físico para adentrarse en lo monetario. Cuidado con la gente que ha jurado no volver a pasar hambre, porque no se detendrán ni ante la ley para cumplir su compromiso.

Koldo ha alcanzado el rango de denominación de origen. Sus oscuras maniobras millonarias confirman la importancia capital del acceso, de la cercanía al poder. Los humanos son demasiado primitivos para ser pastoreados por la Inteligencia Artificial, la prepotencia de ChatGPT se desvanece ante la capacidad de atravesar la puerta del despacho del ministro, de acceder a sus ojos y oídos. O de someter al Govern de Balears, hasta el punto de obligar a funcionarios bregados a firmar un rosario interminable de mentiras pagadas con fondos públicos, y difíciles de calificar sin entrar en la esfera penal. «Da asco», como bien dice Armengol, a falta de determinar su implicación en la náusea.

Hay crímenes de pandemia, igual que hay crímenes de guerra. No todo vale, contra un virus o contra Putin. La voracidad del clan de Koldo, plasmada en decenas de millones de beneficios con aval socialista, demuestra que el confinamiento de la población allana el terreno a las manadas de lobos sin miedo. Cuando se calme el oleaje, se deberá reconocer que la aventura penal ha resignificado la pandemia. Si el ministerio de Transportes se implicó en la venta de material sanitario, por fuerza se sentiría obligado a enfatizar las dimensiones del «fascinante mundo del Covid 19».

Las guerras se alargan para que el negocio no decaiga, una regla de aplicación a las pandemias. No solo se facilita la compraventa prolongando artificialmente los periodos de imposición de una prenda, también con la abrupta recuperación de la mascarilla el pasado mes de enero. De repente, se observa de otra manera una medida sanitariamente injustificada salvo desde la perspectiva de quienes venden ese objeto. La familia Koldo deja en ridículo a quienes en 2020 se limitaron a confinarse disciplinadamente, para no contagiar a sus allegados. La contaminación del PSOE con mascarilla demuestra que la protección que ofrece la prenda no es ilimitada.

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