TRIBUNA

Aventuras de un mallorquín en el Mont Blanc: El cateto de Chamonix y Puigdemont

Tomeu había organizado una expedición al Mont Blanc, pero había sido poco exigente en la elección de los sus compañeros. Que el viaje iba a ser un tormento lo supe desde el principio, me contó

Un helicóptero de rescate sobrevolando el área del Mont Blanc

Un helicóptero de rescate sobrevolando el área del Mont Blanc / EP

En pleno centro de Chamonix hay una braserie con una animada terraza que tiene vista directa hacia el Mont Blanc. Sus espléndidas hamacas siempre están llenas de montañeros que planean la subida y de curiosos que contemplan el abigarrado y heterogéneo circular de gente por la rue Vallot en la que puedes encontrar, desde grupos de chinos disfrazados de senderistas a montañeros expertos completamente equipados. El escenario perfecto para cualquier mallorquín amante de la montaña que también puede elegir olvidarse de los paseantes y concentrarse en la maravillosa panorámica de un tipo de montaña que no tenemos en la isla formada por afiladas crestas de nieves perpetuas entre las que destacan la Aiguille du midi y el Mont Blanc. Si pasa por Chamonix un montañero mallorquín de Doblevuit, el GEM o cualquiera de los grupos de montaña de la isla fijo que parará por allí. Y allí fue donde conocí a Tomeu y su instructiva historia.

Tomeu había organizado una expedición al Mont Blanc, pero había sido poco exigente en la elección de los sus compañeros. Que el viaje iba a ser un tormento lo supe desde el principio, me contó. Yo me ocupaba de la búsqueda de vuelos, hoteles, refugios y no me importaba, pero avanzábamos a trompicones. Tan pronto estaban convencidos como pedían tiempo muerto y el tiempo se pasaba en discusiones vacuas con lo que los vuelos y hoteles subían sus precios. El caso es que desde la llegada del grupo a Chamonix la expedición había sido un desastre. Uno de los compañeros, fuera de su zona de confort se portaba como un «auténtico cateto» en palabras de Tomeu. Me habló de un famoso «sketch» muy popular en internet que irónicamente destaca las ventajas de viajar con un tonto porque te permite conocer lugares imprevistos como hospitales o comisarías. Pero, según Tomeu, viajar con un cateto es el parnaso de la tontería. Puedes tener el mejor de los programas previendo hasta el último detalle y el cateto pedirá cambios de última hora porque él siempre sabe más. El cateto puede reconocer su completa inexperiencia en la aclimatación, un tema fundamental para ascender el Mont Blanc, pero ponerle pegas a cualquier indicación que le des. El cateto puede reconocer que no sabe nada del clima, de las condiciones de la montaña, ni de nada y marear a todos los guías, montañeros, responsables del refugio para hacer justo lo contrario de lo que le digan. El cateto se olvida de todo, repite las preguntas que tú acabas de realizar haciendo que los dos quedéis como idiotas. El cateto te deja sin oportunidades. No es que él no quiera subir es que no quiere que tú subas.

La historia y la amistad llegó a su fin cuando se les complicó el tiempo el día que tenían que ascender a Goûter, el campo de ataque a la cima del Mont Blanc. Si el tiempo es dudoso se hace una reunión de guías antes de encarar el siguiente tramo. Si tienes decidido dejarlo es el momento de informar para que el resto del equipo decida anular la ascensión o subir mientras tú esperas calentito en el refugio. Pero según Tomeu, el cateto no te dará esa opción. Para él es inasumible que el resto ascienda y él chupe refugio. Por eso te vendrá con que él acepta la decisión de la mayoría para en cuanto pongas un pie en la nieve empezar a berrear: hace mucho viento, esto va a peor, así no se puede. Y esta matraca cada minuto. El caso es que la expedición mallorquina se dio la vuelta mientras todos los demás montañeros ascendieron ese día sin problema hasta Goûter y luego hacía la cumbre para desesperación y cabreo de Tomeu que a partir de entonces se tuvo que dedicar a matar tres días en la terraza a la espera de su vuelo de regreso.

Por eso, contemplando las negociaciones para la investidura primero y ahora las interminables discusiones de amnistía a cambio de gobernabilidad me viene a la memoria el relato de Chamonix. Sin entrar a valorar las bondades de la amnistía o su ausencia, sin entrar a valorar los pactos y centrándome únicamente en los actores, la gente de Esquerra, de Sumar o del PNV me parece razonablemente de confianza con independencia de sus ideologías. Pero el viaje con Puigdemont me recuerda por su actitud con «c» al cateto de Chamonix. Posiblemente nadie discute a Pedro Sánchez que es un auténtico superviviente, un viajero experimentado. Pero llevar en tu expedición a Puigdemont es una apuesta segura para el fracaso porque, como el cateto, no es que él no quiera subir, es que no quiere que tú subas. Te deja sin oportunidades.