Desde el siglo XX

«La última cruzada de liberación» se le atraganta a Llorenç Galmés

El presidente del Consell de Mallorca hace aguas, el cargo resulta excesivo para sus entendederas políticas, que no son las que se requieren para ostentarlo

Llorenç Galmés

Llorenç Galmés / B. Ramon

José Jaume

José Jaume

Uno de los conspicuos cargos públicos de Vox es un tal David Gil, que tiene el acta de conseller del Consell de Mallorca al haberlo dictaminado el electorado de la isla. Nada que democráticamente pueda ser objetado. Gil eructó, en una de las sesiones plenarias de la Institución, que el Golpe de Estado militar-fascista acaecido el 18 de julio de 1936 fue «la última cruzada de liberación». Acabó de componer la figura afirmando que él no era un fascista sino un buen católico, es de suponer que de rompe y rasga. Recordando que el cardenal primado de España en aquel entonces, su eminencia Isidro Gomá, calificó la Guerra Civil, que se desató al fracasar a medias el golpe, de cruzada, no sorprende que el aguerrido Gil sume a su regüeldo lo de ser católico, debería haber precisado que nacional católico: la sacrosanta alianza entre la cruz y la espada que todavía reverbera en las Españas. El presidente Galmés, que no se sabe muy bien las razones por las que el PP lo ha aupado al cargo, a no ser que sea porque, al igual que sucede en el PSOE y en la beatífica congregación de Més (antes PSM), siempre se decanta por lo peor que tiene a mano, no le llamó la atención, cosa que sí hizo cuando alguien de la beatífica congregación estableció indecente comparación entre Vox y ETA. Ahí es nada. Galmés, que no anda sobrado de atributos políticos, confronta serio problema, puesto que Memoria Democrática, atendiendo a lo que considera que establece la Ley de Memoria Democrática, ha denunciado a Gil, y hete aquí que la responsabilidad recae sobre Galmés. Le puede caer multa de 150 mil euros. No sucederá. El susto lo tiene.

No hay que despachar sin más que Memoria Democrática se alce como inquisitorial instrumento de la verdad histórica, porque su denuncia punitiva constituye flagrante violación del derecho a la libertad de expresión; al cruzado Gil se le puede ocurrir la sandez que le apetezca o la provocación que estime oportuna sin que de ello se deriven responsabilidad más allá de las estrictamente políticas, de haberlas. Gil es muy dueño de afirmar que los militares golpistas, traidores a la legalidad constitucional, iniciaron una cruzada de liberación para rescatar a España del terror rojo. También sostener que la dictadura asesina del general Franco fue benéfica. Es su derecho. Memoria Democrática no tiene el de impedírselo. La libertad de expresión, de palabra y por escrito, es eso: libertad para dar rienda suelta hasta el vómito más nauseabundo.

Galmés, aterrorizado, ahora sale con que intentará que Gil retire sus afirmaciones, que es la única manera de impedir que la multa acabe por brearlo. Es probable que el presidente del Consell ignore qué acaeció en 1936, concretamente el 18 de julio, pero hay que colegir que le trae al pairo, al igual que a sustancial porción de la derecha mallorquina, que, eso sí, se incomoda cada vez que se airea la represión asesina que se abatió en la isla cuando los militares facciosos, auxiliados por la Falange y otros partidos de la derecha: Renovación Española y la CEDA, se dedicaron a la caza de republicanos llegando a liquidar a unos cuatro mil. El escritor católico francés, de acendrado derechismo, George Bernanos, lo dejó para la posteridad en su libro Los grandes cementerios bajo la luna. Estaba horrorizado por lo que acaeció en Mallorca, por los fusilamientos a mansalva en las cunetas. «Aquí fusilan como si talaran», escribió

Galmés es políticamente un pobre hombre, da lo que da de sí, con recordar que en campaña electoral prometió la inmediata supresión del carril VAO de la autopista del aeropuerto. La Dirección General de Tráfico se carcajea.

También en Cort se constata el sometimiento del PP a Vox en cuestiones ideológicas, o no. Declina organizar el anual homenaje al alcalde Emilio Darder, asesinado en el cementerio de Palma el 24 de febrero de 1937 junto a Alejandro Jaume, que fue quien tomó posesión del Ayuntamiento el 14 de abril de 1931, al proclamarse la República. Se desentiende, y es que, si se escarba, se descubren ocultas querencias. Curiosa desazón la que embarga a los munícipes.

Suscríbete para seguir leyendo