¿Maltrato hembrista?

El antes macho es ahora hembra y si no ha perdido su capacidad de seguir siendo igual de agresivo y violento, si además de su nombre y su sexo no ha mudado de carácter, puede volver a agredir a su actual pareja como cuando era un macho

Juan José Company Orell

Juan José Company Orell

Hace no muchas fechas saltó a las páginas de actualidad, que se decía antaño, adobado con las convenientes trabajos fotográficos, el caso de un caballero de externo aspecto sumamente viril, marcados y gimnásticos músculos y no escasos tatuajes, entre los cuales y a simple vista no se vislumbra aquel clásico «amor de madre»; con tan solo esos datos no pareciera que el asunto fuera merecedor de aparecer en medio de comunicación alguno, pero da la casualidad de que él, en apariencia, magnífico espécimen de macho ibérico, tenía la costumbre de tratar a sus parejas femeninas de inadecuada forma, ya saben ustedes aquello de que «me perteneces y por eso me comporto contigo como me plazca», todo ello surtido con los consiguientes malos modos, malos tratos y mala leche. Como consecuencia de lo anterior el individuo tiene pendiente de cumplimiento una condena de unos cuarenta meses por sus «maneras» con dos de sus parejas, cuando además compaginaba una relación amorosa con otra, que esos es también muy de machos en nuestros lares pero no al revés, pues en ese caso, los referidos muy hombres consideran que se trata de reprobables comportamientos dignos de damiselas ligeras de cascos.

La notoriedad del asunto es que el referido Ursus, definición que le va al individuo tanto por lo de oso como por el parecido físico a aquel héroe italiano que aparecía en péplums de los años sesenta, se acercó al Registro Civil de sus vecindad y le dijo al, sin duda asombrado, funcionario que se sentía oprimido, sin duda por sus masculina masa corporal, en un cuerpo de hombre que no le corresponde puesto que en realidad se sentía grandemente fémina, con la consecuencia de que el probo sirviente civil, debido a la nueva legislación sobre el asunto, no tuvo más remedio que cambiar el casillero administrativo del cambiante la definición de sexo y transitar de lo de antes a lo de ahora, pasando de llamarse un varonil Antonio a ser conocida por un ensoñador Milan. Dicen los malpensados que esa repentina ansia de transformarse de antiguo homófobo, según indican sus víctimas, y maltratador, según entendió Su Señoría en sentencia, en una novedosa y lánguida Señorita de Trevélez se debe a su entendible voluntad de no pasar por el trullo, a buscar argumentos para una posible solicitud de indulto o, en su caso, a su no menos entendible deseo de ir a parar a un centro penitenciario femenino, para así ser el único gallo en el corral, que suele ser el sueño húmedo de este tipo de averiados cerebelos.

El asunto levanta además otras dudas; al parecer Milan se ha buscado y encontrado una nueva pareja, mujer ella, con lo cual el/la tránsfuga de sexo, de forma automática, ha convertido a su nueva novia en lesbiana, no sabemos si con el consentimiento de aquella, lo cual no parece esperable de un ser tan sumamente masculino, por lo menos en apariencia, y que ahora no se inmuta que su amada prefiera más a otra mujer que al varón que era él antes. Lo anterior es algo que en buena ley compete en exclusiva a aquellos amantes de igual y registral sexo; pero hay algo más: ¿Qué pasaría si el antes nada pacífico caballero le suelta a su nueva pareja, en recuerdo de los viejos tiempos, un mamporro o soplamocos, le pega un tirón de pelo, le indica que tiene los días contados o alude a la actividad sexual a cambio de dinero de la progenitora de la víctima?; siendo ahora mujer ya no se podrá considerar, texto legal o consideración política en mano, el asunto como violencia machista ya que el/la trans género ha dejado de ser macho, y sin macho no puede haber machismo, por ello no podrá llevarse el asunto ante el Juez de Violencia sobre la Mujer. El antes macho es ahora hembra y si no ha perdido su capacidad de seguir siendo igual de agresivo y violento, si además de su nombre y su sexo no ha mudado de carácter y sobre todo si sigue conservando sus bíceps, triceps, cuadriceps y demás masa musculosa, puede volver a agredir a su actual pareja, como cuando era un macho aún cuando ahora sea niña, y dejarla en el mismo lamentable estado que a sus antecesoras parejas; si tal sucediera, y vehemente esperemos que no sea, siendo ahora el sujeto causante de la violencia una hembra, ¿deberá considerarse y calificarse esa concreta agresión, ese especifico hecho como violencia «hembrista»?; Yo ahí lo dejo para su consideración. Y tal parece que esta moda auto- cualificadora se extiende también al ejército y a otros ámbitos; ¿no se habrá cometido algún error?

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