PENSAMIENTOS

Morcillas inglesas

Carme Riera, vicedirectora de la Real Academia.

Carme Riera, vicedirectora de la Real Academia. / Guillem Bosch

Felipe Armendáriz

Felipe Armendáriz

Resulta que a los ingleses también les gustan las morcillas. Las llaman «pudin negro» y proclaman que son un superalimento. Aquí en España un gran número de articulistas, presentadores, políticos, publicistas e intelectuales en general se pirran por las morcillas inglesas.

Su principal deporte es trufar sus intervenciones en castellano (el catalán tampoco se libra) de palabras, expresiones y verbos en la lengua de la Gran Bretaña.

Ignoro si lo hacen por pedantería o por educarnos. Puede que sean generosos, puesto que nos sacan de nuestra ancestral incultura, eso sí sin que se lo hayamos pedido. Ellos son así.

La realidad es que leer o escuchar un texto suyo se convierte en toda una aventura. Algunos, los más educados, se molestan en traducirnos los anglicismos. Otros pasan olímpicamente.

Sus mensajes no se entienden o se comprenden mal (todo depende del nivel y frescura del idioma extranjero del sufrido receptor). La comunicación, de esta manera, es nula o desastrosa.

Es cierto que el inglés es la lengua de la ciencia y de las nuevas tecnologías. En este punto estamos vendidos. Transcurrirán años hasta que algunos términos, o conceptos, pasen a castellanizarse o catalanizarse. Mientras tanto los habremos aprendido, los usaremos (bien o mal) y terminaremos asumiéndolos. También suele ocurrir que para cuando la Real Academia de la Lengua quiere reaccionar y españolizar esas palabras la solución es tan ñoña que preferimos las originales.

Lo normal es que del mundo anglosajón llegue un avance y nos atropelle. Lo triste es arrinconar palabras precisas, tradicionales y hermosas en español y catalán y sustituirlas por sus equivalentes en inglés.

Cada día nos trae un verbo nuevo. Lo malo es que, normalmente, son acciones negativas que practican algunos indeseables a través de las redes sociales. Las modalidades delictivas cambian con la rapidez del rayo. En virtud del señuelo o del medio por el que los pícaros te quieren desvalijar se designan de una manera u otra, pero siempre acabadas en «ing». El desprecio; el ninguneo; la maledicencia; la injuria; la calumnia… son más viejas que el mundo. Ahora ya no se llaman así: tienen unos extraños nombres que cuesta entender y parecen cosa de la modernidad.

Nadie piensa en traducir esa retahíla de fechorías, pecados y acciones. ¿Para qué, si tal como vienen suenan mejor?

Carme Riera ha concedido varias entrevistas con motivo de su nombramiento como vicedirectora de la Real Academia. «Hemos caído en el papanatismo de creer que si escribimos Merry Christmas somos más elegantes que si ponemos Felices Fiestas», ha censurado la brillante escritora.

«La lengua de la tecnología es el inglés, que opera de manera invasiva, a menudo por estupidez de quienes lo aceptan sin más», sentencia la mallorquina. Papanatas y estúpidos, ahí es nada para los contaminadores del castellano.

Riera está muy preocupada por dos cosas: el empobrecimiento de la lengua (lo que también nos degrada a nosotros) y los pésimos resultados en comprensión lectora de nuestros niños y jóvenes. «Si nuestros estudiantes no entienden lo que leen y tampoco saben expresarse por escrito son carne de cañón, aunque no vayan a ninguna guerra». Palabras para reflexionar.

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