Tierra de nadie
Abandonar el carril
Me detuve ante el escaparate de una tienda en el que había un maniquí de los llamados inteligentes. Llevaba una chaqueta negra, de paño, que me gustó bastante. Los sensores del maniquí leyeron mi gesto, lo comunicaron a la central e inmediatamente recibí un mensaje en el móvil. Me la ofrecían con un 10% de descuento sobre el precio de la etiqueta, aunque podía pagarla a plazos, sin recargo. Entré con idea de comprármela y de paso me probé unos pantalones frente a un espejo también inteligente. El caso es que recibí enseguida un wasap con mi foto y lo cierto es que parecían quedarme bien. Decidí llevármelos, además de la chaqueta.
Hablo un poco a ciegas de las cosas que me gustan o dejan de gustarme. La verdad es que no las distingo, pero mi móvil sí. Mi móvil sabe en cada momento lo que me conviene en función, creo, de dónde deposite la vista o me detenga. Hace poco le comenté a una camarera lo bueno que estaba el café que me acababa de servir porque disfruté de él, aunque sin exagerar: había en mi intervención algo de cortesía, pues me había atendido con solicitud, pese a que el local estaba lleno. A las pocas horas, en el supermercado, me entró una alarma para avisarme de que me hallaba exactamente a diez metros de la marca de café que me habían servido por la mañana. «Recién molido para usted», decía la leyenda del envase. Me lo llevé, claro, por educación. Lo tengo en la cocina, sin abrir, pues suelo desayunar fuera de casa.
En la plataforma de televisión a la que estoy suscrito figura un apartado en el que pone «Para ti». Es una colección de películas que se supone que me gustan porque ya he visto otras con semejante argumento o puntos de vista parecidos. Al principio creía que me habían pillado el gusto, pero ya me voy dando cuenta de que me lo están creando, un poco porque «ellos», sean quienes sean, son listos, y otro poco por pereza mía, o por mi miedo a abandonar el carril. Los algoritmos, en fin, han construido, a partir de mi yo original, otro yo que se va alejando insensiblemente del anterior. A veces me acuerdo de él y de lo aficionado que era a la aventura, a probar cosas nuevas, a equivocarse, en fin, y me da un poco de miedo averiguar de dónde vengo. No sé cómo no acabé en la cárcel.
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