Desde el siglo XX

Antoni Costa, Neus Truyol: inútiles, cínicos e insolentes

Cuando el político (a) no quiere darse por enterado de su defunción deviene en degradada andadura pública, es el caso del vicepresidente y de la concejala

La concejal Neus Truyol.

La concejal Neus Truyol. / Guillem Bosch

José Jaume

José Jaume

No son vidas políticas paralelas, aunque el desenlace de ambas vaya a ser muy parecido: vergonzante despedida, cierre con oprobio añadido. Empecemos por el caso de la concejala en el Ayuntamiento de Palma perteneciente a la beatífica congregación de Més (antes PSM), Neus Truyol, que se niega a dimitir aún habiendo quedado políticamente en pelota picada al destaparse cómo ha beneficiado con 60 mil euros de dinero público a su familia directa, a la empresa de su madre. Truyol, como gata panza arriba, se revuelve echando mierda a su alrededor; dice que en Cort ha habido casos de nepotismo por parte del equipo de gobierno, lo que, de constatarse, no niega el suyo, clamoroso, evidente, que debería ser sancionado con su dimisión. No la concede, por lo que corresponde al reverendo Apesteguía, que lidera la congregación de Més (antes PSM), expulsarla sin contemplaciones exigiéndole que ponga el acta de concejala a disposición del partido, que siempre se rasga las vestiduras, en aparatosa y farisaica representación, cual sepulcro blanqueado, ante los despropósitos de los demás. Truyol es rémora, toxicidad para Més (antes PSM), lo priva de altura ética para denunciar comportamientos presuntamente irregulares en quienes tienen el mando en Cort: PP auxiliado por Vox, que, al pedir su dimisión, ha cometido error político de bulto: dar pie a Truyol a embarrar el debate, dejar de lado, o intentarlo a la desesperada, su propia y exclusiva responsabilidad en una actuación nepotista de tomo y lomo. En Més (antes PSM) se mantiene la boca cerrada. Será porque se ha optado por hacer penitencial voto de silencio.

Así que cuando menos se lo esperaba, al vicepresidente del Gobierno balear, Antoni Costa, le ha llegado compañía para sobrellevar sus cuitas, que siguen siendo y serán, no se va a poder desprender de ellas, las de haber contratado a sabiendas para un cargo, francamente bien remunerado con dinero público, a un entrañable amigo con acusación firme por agresión sexual, por lo tanto pendiente de juicio. Desde que se supo, Costa es un alma en pena; se le ha borrado el semblante arrogante, altivo, a la par que de niño satisfecho, con el que comparecía públicamente para, sobrado de sí mismo, cantar las cuarenta a la oposición alardeando de lo bien que marchaba el Ejecutivo que preside Prohens, que, sin el acogedor cobijo que le proporcionaba el ibicenco, ve cómo se airean sus múltiples limitaciones.

Costa es, se ha reiterado, aunque en el PP sigan ciegos y sordos, algo peor que un zombi político, es agente corrosivo, que esteriliza con su sola presencia cualquier iniciativa gubernamental. Se ha comprobado en la tramitación de los Presupuestos Generales de la Comunidad Autónoma, esos que la extrema derecha de Vox ha utilizado para dejar hecha unos zorros a Prohens, desmentida su afirmación de que el suyo es un Gobierno libre, sin ataduras, sin mochilas; seguida de la de que los aprobados Presupuestos son exactamente los que quería. Fue por ello que en comisión el PP votó en contra de las enmiendas de Vox, las que se tuvo que tragar indecorosamente ante la cariacontecida mirada del grupo parlamentario del PP, con Costa ya sin capacidad de reacción, sin margen para negociar nada con la extrema derecha, crecida, faltona con sus socios, radiante con la victoria.

Por ello, a Idoia Ribas, portavoz de la extrema derecha, con el despacho profesional blindado, se le ocurrió lo de que Vox solo se arrodilla ante Dios. Un recuerdo de lo que un diario de la meseta castellana tituló el lejano 19 de julio de 1936: «España por encima de todo y por encima de España, Dios». Tal vez por lo mismo, ese diputado de Vox, Agustín Buades, con El Yunque a su vera, tuviera, sin duda, la mejor intervención que alguien ha sido capaz de hilvanar en la Cámara balear: «en el camino que lleva a Belén, yo voy cantando con mi viejo tambor....» Coño, seguro que exclamó más de uno al caer en la cuenta de insospechada hondura intelectual de Buades, defensor de la familia tradicional a pesar de avatares personales, seguro que indeseados.

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