Desde el siglo XX

Un Rey muy de derechas con Reina consorte que lo ata en corto

De no mediar chasco mayúsculo el sermón que el domingo, convenientemente enlatado, nos endilgará a los españoles Felipe VI será tan insulso y absurdo como los anteriores

El Rey Felipe VI y la Reina Letizia la pasada semana en el Palacio Real.

El Rey Felipe VI y la Reina Letizia la pasada semana en el Palacio Real. / EP

José Jaume

José Jaume

A Felipe VI se le observó diáfanamente malhumorado en el constitucional acto de toma de posesión como presidente del Gobierno de Pedro Sánchez. Estaba el jefe del Estado exhibiendo semblante contrariado, dando a entender, según quienes se ocupan de tales menesteres, que aceptaba al socialista al no quedarle otra, dado que la Constitución lo maniata, pero que sus querencias van por derroteros muy diferentes; y es que Felipe de Borbón es monarca muy de derechas, que, cuando da rienda suelta a sus instintos políticos, hilvana discurso como el que le ha supuesto para los restos la animadversión de la abultada mayoría de la ciudadanía catalana, por extensión, la vasca. La soflama es, claro, la que endilgó el tres de octubre de 2017, momento en el que, en Cataluña, los independentistas se salieron de madre haciendo, además de vulnerar flagrantemente la legalidad, fenomenal ridículo; no, porque carecieron de habilidad, inteligencia y fuerza, sucedáneo de golpe sedicioso, aunque el Tribunal Supremo, en peculiar pirueta jurídica, así lo estimara. De aquellos polvos lo actuales lodos que emponzoñan con sus miasmas la vida política española.

Parece claro que el Rey es señor de derechas de toda la vida, por familia, educación, afinidades, amistades e ideología, que también cuenta. Intenta que no se le note en demasía, pero se le acaba viendo por dónde derrota. Ocurre que tuvo el innegable acierto, constatado por el discurrir del tiempo, de contraer matrimonio con Letizia Ortiz Rocasolano, periodista ambiciosa (en la mejor acepción del adjetivo calificativo), inteligente, provista de la suficiente mala leche para sobrevivir en familia tan tóxica desde que llegaron a las Españas, allá por los inicios del siglo XVIII, como ha sido la de los Borbones, que ha dado insuperable colección de tarados, corruptos y golpistas a la Corona hispana.

Letiza, conocedora de lo que había en su marido, y de lo que es el estado mayor del palacio de La Zarzuela, entendió que para salvaguardar el futuro de su hija Leonor, heredera del trono, actual princesa de Asturias, debía parapetarse, hacerse valer hasta los extremos que fuera preciso; cabe decir que lo ha hecho y lo hace. Ha sabido atar en corto a Felipe, no le ha dejado explayarse, como hacía su bisabuelo Alfonso XIII; ha contado con la ventaja de que su marido es más bien Grecia que Borbón en lo concerniente a aventuras casquivanas, lo que seguramente no habría soportado. Letizia en nada se parece a Sofía de Grecia. Felipe no es Juan Carlos, capaz de arruinar el mejor legado que un Borbón pudo dar a la posteridad. La campaña emprendida en su contra por periodistas cavernarios, eternos aspirantes a cortesanos, y asimilados, es tan nauseabunda que no hace otra cosa más que la de magnificar su figura.

En esas estamos: tenemos un Rey muy de derechas, que calla casi siempre lo que constitucionalmente no puede hablar, y porque la Reina consorte se lo impide, dejándole muy claro que está en juego el futuro de su hija. La pulsión republicana no desaparece. Recientes sondeos lo corroboran: hay, aunque ajustada, mayoría republicana, holgada la que desearía que un referéndum dilucidase la disputa.

Acotación inevitable.- Dijo la presidenta Prohens al acceder al Consulado del Mar que su Gobierno estaba libre de ataduras. Las ataduras son manifiestas. Tienen nombre y es el de la extrema derecha de Vox, que, por una vez, ha sabido jugar las cartas de las que dispone, obligando al PP a mimetizarse con ellos, hacerlo partido a su imagen y semejanza vía Presupuestos Generales. Además de a Prohens, a la que el cargo le viene por ahora muy grande, tenemos al vicepresidente Costa deambulando entre la desvergüenza de haber fichado a sabiendas un presunto agresor sexual y el bochorno de ser incapaz de entender cómo se bandea en la Cámara para negociar unos presupuestos sin entregar armas y bagajes. También el portavoz del PP, Sebastián Sagreras, connotado integrante del convoluto de Campos, ha exhibido sus abultadas carencias. Todos a una. Vox canta victoria.

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