Grietas en los pilares políticos del Govern

Editorial

Editorial

La tierra firme que alcanzó Marga Prohens tras su victoria en las urnas el pasado 28 M muestra síntomas de resquebrajamiento y complicada estabilización. La presidenta balear prometió un «gobierno en solitario y estable no solo para la investidura, sino para toda la legislatura» fundamentado en sus acuerdos con Vox y Sa Unió de Formentera, suma de PP y Compromís en la pitiusa del Sur. Seis meses después ambos pilares presentan grietas de calado, que exigen un apuntalamiento firme en el corto plazo si quiere evitar el derrumbe. En Formentera se ha desatado una crisis institucional de primera magnitud al divulgarse que las críticas de su president y diputado del Parlament, Llorenç Córdoba, por el trato del Govern a la isla y su amenaza de no respaldar el presupuesto autonómico respondían a «intereses personales». Según denuncia su propio grupo político, que ya le ha expulsado, y corroboran desde el Consolat, Córdoba pidió un sobresueldo a Prohens porque está arruinado. La oposición pide pruebas de tan «grave acusación», que el afectado niega, aunque desliza que en caso de que fuera cierto no estaría incurriendo en delito «porque Feijóo y otros líderes del PP también los cobran». Todo muy edificante y con riesgo de empeorar. Mientras en Formentera los conservadores preparan la moción de censura contra su hasta ahora líder, en el Consell de Menorca buscan apoyos para salvar el presupuesto tras su ruptura con Vox.

La relación con la ultraderecha no solo no acaba de fluir, sino que apunta a una escalada de tensión, alentada desde Madrid y verbalizada en su último órdago local: o veinte millones para empezar con la libre elección de lengua en las aulas el próximo curso o no hay presupuesto autonómico. Por si no bastara el despropósito de separar por idiomas al alumnado de una comunidad bilingüe y de concentrar ahí tanta de la energía necesaria para afrontar los muchos retos de la educación en un momento de retroceso global en el aprendizaje, como ha constatado el último informe PISA, Balears cuenta además con un agravante. Se ha convertido en territorio rehén de las disputas entre las sedes de Génova y Bambú. Pese a sentirse «harto» de los desaires de Núñez Feijóo y de su «desprecio» a una acción conjunta frente a Pedro Sánchez y la amnistía, Santiago Abascal garantiza la estabilidad en las cinco comunidades autónomas que cogobiernan, no así en Balears, donde Vox quedó fuera del ejecutivo, aunque vinculado por un acuerdo de 110 puntos. Ahora exige su cumplimiento sin contemplaciones, al tiempo que utiliza Balears como ariete en su encarnizada batalla por impedir cualquier atisbo de aproximación de Feijóo a Sánchez, quien le ha invitado de forma inapropiada -a través de la prensa, no mediante una llamada directa, como debe ser- a pactar la renovación del Consejo General del Poder Judicial, un nuevo modelo de financiación autonómica y una reforma de la Constitución para eliminar la palabra ‘disminuido’. Los partidos políticos son libres de desplegar las estrategias que consideren oportunas para las labores de gobierno y de oposición, pero nunca deben anteponerlas al sagrado deber de servir a la ciudadanía y no dilatar la solución a sus verdaderos problemas.