No mires al cielo

Castell de Bellver

Castell de Bellver / À. V.

Àlex Volney

Àlex Volney

Este año los cambios de estación no suceden, ni se suceden. Dos gotas y algo de viento, a la tierra le persigue el castigo. Aprovecho la pausa para ir al bosque que antes frecuentaba desde mi barrio de Son Espanyolet, incluso Génova estaba a un paso cruzando pinares y campos de almendros. Atestiguo la erosión que vive Bellver y la presión infame que sufre su flora y fauna. Alguien resopla a mis espaldas en su liturgia de chándal, parece que le debiéramos algo. Lleva atada una bestezuela que parece un perro e imagino que el running no para cuando se precia la urgencia. Ni olor a preticor, ni hidrógeno en el aire. Lavandas, botja de cuques o cossiades muestran su terrible deshidratación. Solamente las pocas avecillas que lo frecuentan demuestran resiliencia hasta el final. Por supuesto, ellas mismas volando se van protegiendo de tanto desgaste persecutivo. Parus major, herrerillo, mirlo, gorrión, halcón hembra, algún tordo y petirrojos que recitan la queja de haber llegado sin apenas frío. Pero la vuelta ha valido la pena a pesar de lo sucio que está todo por donde vayas por culpa de los amos que van atados a sus perros, lo pagamos todos. El pinar, de pena. Parece que han sembrado nuevos arbolillos dentro del tubo, por las ovejas, supongo. Agradecido me siento al amigo de mis abuelos que se llamaba Emili, lo dejó firmado, que fuera público, no que se permitiese la destroza pausada, sin prisas y poco a poco, pero impecable. Como decía, ha valido la pena por poder atisbar una pareja de Senyoretes, o Mitos, que había oído que se habían localizado el 2003 por primera vez y residiendo en el oeste y suroeste de Mallorca. Una gran sorpresa. Flipante, y encima recitaban sus versos en medio del naufragio del Human Behavior que cantaba Björk por allá de los noventa, no, no pretendía encontrar erizos, solo caminar un rato y volver al trabajo. He intuido que las ninfas de esta arboleda ya andan muy lejos. Preciosa parejita de mallerengues cua llarga, Aegithalos caudatus. Digno de ver para los afectados, además aunque no tengan esa afición es mucho mejor levantar la cabeza que cabizbajo ir haciendo slalom. Todo tiene su riesgo, obviamente. La observación ornitológica requiere algo de calma. Luego vuelves al coche, regresas a la librería. Siempre regresas a la librería.

Está claro que las circunstancias de la vida en esta isla y en esta ciudad hacen que uno dependa de cosas diferentes de lo que pide el equilibrio individual. Tu instinto no basta para desafiar a la evidencia, esta te sale al encuentro mucho antes de lo que esperas. Diez minutitos para volver del Castell y otros diez para encontrar un hueco. Palma se colapsa fácilmente, sea cual sea la causa. Las calles llenas de gente avanzando con objetivo poco claro, corrientes de personas de norte a sur y de este a oeste. La ciudad, algo más limpia que en verano, caminas por el centro en dirección a la tienda ya pensando y calculando devoluciones. Te cruzas con aquel historiador tan conocido y luego con el mosén avanzado de edad que vuelve al discurso de la masificación para acabar en globalización, tema del que fueron pioneros. Los asadores de castañas, aunque no haga frío, tienen cola, el calendario obliga. (Sí, otra vez. Pla, una vez más). En Palafrugell el escritor sostenía que en los casinos, y en el Fraternal, no encendían la estufa el día que llegaba el frío, lo hacían según el calendario. Una coña más del visionario que se ha consolidado incluso en otros impensables registros.

Finalmente acabas caminando rápido hacia la tienda para volver a abrir. Está claro que no se pueden tener pájaros en la cabeza, parece que no conviene. Observas la calle cuesta arriba y ríes todavía pensando en las ocurrencias que has oído a los mayores de Can Vinagre, pronto puedes comprobar que lo que es más abundante, aquello que invade nuestra ciudad y casi la isla entera y parte del mundo exterior, también en bosques y exteriores de librerías e incluso en las calles donde están las mejores tiendas, sí, eso mismo, poco antes de entrar lo acabas de pisar.

Es el final.

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