Desde el siglo XX

Costa en el Govern es letal para la presidenta Prohens

Escudriñar las razones por las que Antoni Costa sobrepasó todos los límites colocando a su amigo agresor sexual en una empresa pública se hace difícil por lo inverosímil

Antoni Costa.

Antoni Costa. / B. Ramon

José Jaume

José Jaume

El vicepresidente del Gobierno balear, el ibicenco Antoni Costa, político atildado, línea Pablo Casado, le ha hecho un roto monumental a la presidenta Marga Prohens: su continuidad en el cargo es francamente imposible, aunque lo pretenda, como aparentemente se deduce del balbuceo expresado por el portavoz Sagreras. Atendiendo a las explicaciones (es un suponer) ofrecidas por Costa, resalta la de que no creyó que el asunto, la agresión sexual (presunta, siempre presunta hasta sentencia firme), adquiriera la trascendencia que le ha instalado en el disparadero. ¿Qué esperaba? ¿Discurrió que el asuntillo de su amigo, al que, con posterioridad a los hechos y con pleno conocimiento de los mismos, colocó de director gerente de una empresa pública, de tratar de besar en la boca a una mujer en un local público, lamerle la cara de oreja a oreja pasando por los labios, y, después, atizarle un puñetazo al policía que trató de detenerlo iba a quedarse en nada? Costa está achicharrado. Carbonizado. Incinerado. No vale ni para dar recados en el PP. Su condición de vicepresidente es, desde ahora y mientras aguante o lo soporten en el cargo, bloqueo de la acción de gobierno; esterilización política de la presidenta Prohens. Es igual si esta sabía o dejaba de saber, como pretende Costa, lo trascendente es que quien expulsado de la Universidad al tenerse constancia de la agresión, despedido de su trabajo, halla cobijo del bueno en la Administración, accede a la gerencia de una empresa pública con un sueldo de casi 60 mil euros. Costa fichó a un agresor sexual, importa un bledo que fuera amigo del alma, al que la Fiscalía solicita una pena de tres años de cárcel. ¿Qué pensará la víctima del energúmeno si constata que quien lo contrató a sabiendas de su desmán continúa siendo el número dos del Gobierno balear? ¿Cómo puede decir nada Prohens con Costa a su vera sobre agresiones machistas? Vox sin inmutarse.

Se ha acomodado por derecho propio en la historia la lapidaria sentencia del jefe de la policía francesa de Napoleón: «ha sido peor que un crimen, ha sido un error». Fouché la dejó para la posteridad cuando el Emperador ordenó el asesinato de Luis Antonio de Borbón, inocente de los hechos que llevaron al Corso a quitarlo de la circulación. Y, efectivamente, fue peor que un crimen, porque el error hizo que en las naciones europeas resucitasen los sangrientos fantasmas de los anteriores tiempos de la Revolución. Pues bien, Costa ha cometido algo mucho peor que la evidente falta de ética y estética de haber nombrado a su amigo, Juan Antonio Serra Ferrer, que así se llama el energúmeno, director gerente de una empresa pública, ha perpetrado un desaguisado que le ha costado ya su carrera política, aunque por tiempo indefinido permanezca en el cargo. Esa es otra, con qué cinismo afirma que no tiene ninguna intención de dimitir. Cómo se atreve a espetar en el Parlamento balear que no acepta ni media lección de sus contrincantes. La ética, la estética, le resbalan, pero no puede sustraerse al error no forzado.

Cuestión esencial: ¿Está en condiciones la presidenta Marga Prohens de prescindir de los servicios de Antoni Costa, que viene avalado por la dirección nacional del PP, parece que imposición de obligado cumplimiento? Ahí radica la clave, porque es fácil colegir que si Prohens dispone en algún momento de libertad de acción no dudará en deshacerse de quien constituye un desastre político para su Gobierno. El vicepresidente, en lo que ya es huida hacia el desastre, descuelga la pancarta contra la violencia machista que pendía del balcón de su despacho oficial. Se cumple lo que salmodiaban los clásicos griegos: los dioses ciegan a los que quieren perder. Costa, que lo era todo, ha pasado a vivir en el oprobio público; permanecerá en él todo el tiempo, en todo momento, mientras esté en el Gobierno.

Por último y no por ello menos importante, alguien en el Consulado del Mar debería dirigirse a la víctima para, al menos, decirle que se solidarizan con ella, pero cómo hacerlo siendo Antoni Costa vicepresidente.

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