Productividad y amor
Fui a sacarme sangre para el recuento anual de hematocritos y esas cosas. Ofrecí el brazo a la enfermera que intentó ser amable, pero no le salió. Quizá le dolía la cabeza, quizá su hijo se había levantado con unas décimas de fiebre y había tenido que llevarlo a casa de su madre en vez de al colegio, quizá tenía problemas para pagar la hipoteca. Hay más quizás para estar afligido que contento. El día, por si fuera poco, no ayudaba, pues llovía sin pasión, aunque sin pausa, y las temperaturas habían caído de repente ocho o diez grados. Hacía en la sala de extracciones un frío que se multiplicaba en las bandejas de acero donde reposaban las jeringuillas y las agujas que penetraban en la piel sin haber sido templadas previamente. Nos sacaban sangre al mismo tiempo a seis o siete personas sentadas en unos butacones aparcados en batería.
Esa mañana, cuando me dirigía al hospital, habían dicho por la radio que las cifras de productividad, en España, seguían siendo bajas en comparación con los países de nuestro entorno. Llevo años escuchando lo mismo, que se repite y se repite como un mantra. La productividad, la productividad, la productividad. ¿Cuántos litros de sangre se les obligaría a extraer a aquellas seis o siete enfermeras a las que los seis o siete pacientes ofrecíamos en ese momento nuestras venas? ¿Llevarían sus jefes esa siniestra contabilidad hematológica?
Quizá sí, porque mi vena, asustada, se había escondido y no lográbamos dar con ella, lo que puso algo nerviosa a la sanitaria.
-Abra y cierre la mano -me pidió con urgencia.
La abrí y la cerré hasta que apareció una línea azul en la articulación del brazo.
-¡Ahí está -exclamó, como si hubiera descubierto una alimaña a la que intentábamos dar caza.
El incidente, pensé, había afectado a los índices de productividad de aquella trabajadora. Tal vez la sancionaran por ello. Me habría gustado quedarme un par de minutos de charla, pero habría provocado un atasco, un trombo, en la fila de hombres y mujeres que iban detrás.
La productividad está bien, pero un poco amor no sobra nunca.
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