Tribuna

¡Faltan médicos! ¡Más madera! (II)

Miguel Reyero

Miguel Reyero

Nuestro país tiene un importante déficit de personal sanitario. Nos comparemos con quienes nos comparemos, sea cual sea el indicador elegido, estamos a la cola. Preocupante. Pero eso es cierto si estamos hablando de enfermeras. 6,4 /1.000 habitantes, tasa muy inferior a la media de Europa. Baleares, entre las Comunidades Autónomas más deficitarias. Pero mientras que el mantra ‘¡faltan médicos!’ lo repiten los responsables políticos, la población y los medios de comunicación ante cualquier disfunción del sistema sanitario, la falta de enfermería no parece generar titulares ni inquietud a la población, que acaso no percibe el papel fundamental de la enfermería en el cuidado de la salud.

Pero ¿qué pasa con los médicos? ¿Es cierta la afirmación genérica, de brocha gorda, ‘faltan médicos’? La respuesta concisa sería: no lo es. Entre los 34 países más ricos del mundo integrados en la OCDE, España ocupa el cuarto puesto en médicos por habitante, y el mismo cuarto lugar a la cabeza si lo limitamos a los 27 de la Unión Europea. 4,6 médicos por 1.000 habitantes, mientras la media europea es de 3,4. Pero el último informe (2022) del Ministerio de Sanidad, con datos de Eurostat, España es ya el país europeo con más medios en ejercicio por habitante de la UE. Más que, por ejemplo, Alemania, Reino Unido, Italia o Francia. Si fuera cierta la afirmación genérica de que faltan médicos, sería difícil explicar que cada año desechamos a varios miles, excluyéndolos de la necesaria formación especializada en la convocatoria MIR. O que año tras año queden desiertos cientos de las plazas ofertadas para la formación en Medicina de Familia. Esto último debiera hacer meditar seriamente a la sociedad y a los responsables sanitarios sobre que estamos haciendo con los médicos de familia. Qué condiciones laborales, y que consideración sanitaria y social damos a estos profesionales, los más escasos e importantes, para que rechacen las plazas disponibles.

Merece la pena afinar en el diagnóstico, siendo el país de Europa con más médicos por habitante. Los reiterados informes de la Conferencia de Rectores de Medicina y del Ministerio de Sanidad (Oferta y Necesidad de Especialistas Médicos 2021-2035) sí afinan. No faltan médicos, faltan facultativos de algunas especialidades: Medicina Familiar y Comunitaria, Anestesia y Reanimación, Radiodiagnóstico o Geriatría. En 2028 ese déficit alcanzaría los 9.000 profesionales. Otras especialidades son suficientes, y otras tienen ya un exceso de profesionales.

Si la premisa genérica de que faltan médicos es equivocada, naturalmente el remedio será erróneo: aumentar, una y otra vez, el número de facultades de medicina, de estudiantes (como ha promovido el Ministerio de Sanidad) y de licenciados. Siguiendo a Marx (Groucho), ¡Más madera! Ese exceso de egresados servirá para lanzar al mercado un creciente número de médicos, en un sistema saturado y sin capacidad de garantizar a todos ellos la necesaria especialización, abocando a muchos, tras cuatro o cinco años de costosa residencia, a la categoría de parados o emigrantes de lujo. Esto quizá no preocupe demasiado a las lucrativas facultades privadas de medicina, pero sí lo hace a las universidades públicas.

Además de la mencionada falta de algunas especialidades (y exceso de otras), hay otras deficiencias que requerirían análisis y soluciones de trazo fino. Tenemos un alto número de médicos/habitante, pero muy irregularmente repartidos. La situación más crítica sería la de las llamadas plazas de difícil cobertura, por ubicarse en ámbitos que las hacen poco atractivas para los profesionales. En algunos casos, de dificilísima cobertura, incluso con una importante compensación económica adicional. El mejor ejemplo lo tenemos cerca: Ibiza y Formentera, lugares en las que precio de la vivienda es disuasorio para los sanitarios. Situación que con una decidida y valiente actuación de las autoridades autonómicas podría mejorar: el pasado septiembre, el Ayuntamiento de Nueva York publicó una normativa para el alquiler vacacional que ha eliminado, de hecho, el 70% de las plazas. Aunque también quizá hiciera falta una reflexión de la sociedad y sobre todo los propietarios de las Pitiusas para decidir si optan por un lucro inusitado y avariento de sus inmuebles y resignarse a no tener unos adecuados servicios educativos, sanitarios y de seguridad.

Finalmente, y quizá más difícil de hacer y explicar, pero muy necesario, sería analizar a qué se dedican las tareas de ese número récord de médicos. Quiénes evalúan científicamente el impacto de esa actividad en términos de mejorar la salud de las personas lo saben. Muchas de las cosas en las que el sistema sanitario emplea sus recursos materiales y humanos (cribados inútiles o dañinos, medios complementarios de diagnóstico que poco aportan, tratamientos con dudoso equilibrio coste/beneficio o seguimientos y "revisiones"), se sabe que poco o nada mejoran la salud. Mas recursos materiales o humanos, hacer más cosas, no siempre es beneficioso.

En resumen: no faltan médicos. Los datos indican que estamos en el top mundial. Faltan de algunas especialidades, especialmente de Medicina Familiar. Están desigualmente repartidos. Y no siempre están empleados en lo que es útil. Con trazos de brocha gorda solo acierta Miquel Barceló.